miércoles, 29 de diciembre de 2010

Gracias 2.010...

31 de diciembre de 2.010, 11:55pm, faltan 5 pa’las 12 como dice la canción, todo está listo, las uvas en las copas y en la mente mucho más de doce deseos.
Nostalgia es lo que generalmente siento cuando un año termina, la mayoría de las veces hago un recuento rapidito de todas las cosas que tengo que agradecer; este año, esa lista es más larga que los doce deseos. Agradeceré por mi buena salud, sólo me enfermé una vez en todo el año, por la de mi mamá y la de mi hermana; en fin, por mi hogar, por esas dos personas estupendas que me acompañan a vivir, a soñar y a aterrizar. Por el resto de mi familia. Por mi perrita y su amor incondicional. Por mi empleo, con sus altibajos. Por todos los lugares que conocí. Por el amor que se fue, por su retorno y por su nueva partida, por aprender a retirarme a tiempo del combate, porque no siempre se gana. Por aprender a escuchar a mi corazón. Por todas las risas pero aún más por las lágrimas, por los momentos en los que me sentí plena y por aquellos en los que dudé que todo mejoraría. Por la duración de mis pocas pero valiosas amistades. Porque fueron 365 días que transformaron mi vida para siempre, un año repleto de aprendizajes.
Después de agradecer, procederé a pedir los deseos, pero a diferencia de otros años, no pediré, agradeceré todo lo que llegará, todo lo que disfrutaré, todo lo que viviré, agradeceré que no todo se dé cómo lo pienso, por esas lágrimas de felicidad y por qué no por unas cuantas de tristeza, por los momentos de compañía y por aquellos de soledad, por la armonía y también por la discordia, así aprenderé a valorar las diferencias, en fin, me dispongo a vivir un año al son que el Universo toque, la vida tiene un curso y yo formo parte de el, si me tropiezo no importa, eso se cura.
Solo me queda desearle a usted distinguido lector, lo que por cierto le agradezco, un feliz (a su manera) año 2.011, cuando suenen las campanas, pida lo que quiera y haga lo que quiera, pero luego del alboroto, tómese un ratico, mire a su alrededor y agradezca desde el corazón y con la mente estar en ese lugar disfrutando de tan valiosa compañía; no se preocupe por los que están lejos, ellos seguramente agradecerán celebrar el próximo año junto a usted.

martes, 28 de diciembre de 2010

Apostando a números negros

De un tiempo para acá, acostumbro realizar un balance a final de año. Si, un balance como el que te haría un contador pero, en vez de ingresos y egresos, este balance es de experiencias. Como ya se acerca el último 31 del 2010 pensé en empezar a realizarlo y aquí va, más o menos, el cuento del proceso.

Cuando empecé a “contabilizar”, por mes, cada una de las experiencias que guardaba mi memoria, comprendí que todas ellas me habían dejado enseñanzas y que, aunque no pareciera, eso hacía inclinar la balanza hacía los números positivos. Sin embargo, recordar los sentimientos desagradables generados por algunas de ellas, inclinaba la balanza hacia el temido número rojo. Así que estuve montada en ese subibaja un buen rato.

Casi mareada de tanto subir y bajar, me olvidé de los recuerdos, gratos o no, que representaban el 2010 ya que otro pensamiento ocupaba mi mente: el 2011. Mi 2011 se pronostica tan lleno de cambios que ningún otro pensamiento pudo desplazarlo. Y es que no serán simples cambios, sino cambios de fondo, cambios del alma, cambios que implican sacrificios, cambios que me alejan del confort. Cambios que me tienen el estomago destrozado de ansia, emoción, angustia y alegría.

Así que decidí no terminar mi balance. Entendí que siempre serán positivos porque te prepara para lo que viene. Sé que me tardé unos cuantos balances de fin de año para comprender lo que es importante en realidad pero, ya lo he dicho antes, soy lenta. Mientras tanto, sigo disfrutando y angustiándome, mi estomago sigue anudándose y desenredándose; esperando y trabajando para que las inversiones del 2011 generen retornos positivos.

miércoles, 1 de diciembre de 2010

una mujer a carta cabal

Entusiasmada abrí el correo con el asunto de “bufandas”, estaba segura que alguna me gustaría y ella con gusto me la haría. Era una cuadrícula de 8x8 con muchos de puntitos seguidos de números, me detuve a tratar de entender el diagrama, finalmente comprendí, era la explicación del punto de una de las bufandas, o el patrón, como se dice en el argot del arte del bordado. Dificilísimo a mi parecer, todavía no lo entiendo, para ella es pan comido.
Si hablamos de pan, el pan de jamón es su fuerte, lo hace como prefieras: con muchas o pocas pasas, con bastante o poco queso crema, con la masa finita o gruesa, con salchichón o sin el, ha probado hacer la levadura con agua tibia y agua caliente, con sal y sin ella, le puede escribir tu nombre cuando es especial, puede hacerlo en marzo, julio o cuando te apetezca si tiene ganas; ha variado tiempos de cocción y de reposo, en el tema de ingeniería se diría que evalúa muy bien todas las variables del caso.
No sólo en el tema culinario es capaz de alterar variables buscando soluciones, lo hace también en el área de la construcción y la mecánica, entiende perfectamente el funcionamiento de una bomba y es capaz de instalarla, aprieta y afloja tuercas, repara la lavadora, aunque aún no ha descubierto cómo hacer para que la ropa no agarre pelusas. En lo que al carro se refiere, es todo un haz en descifrar desperfectos. La electricidad no le gusta mucho, pero apagar los breakers es suficiente para corregir cualquier chispazo, incluso para cambiar bombillos, nada la detiene.
Siempre adelante, no la detienen unas manos bien arregladas, o un cabello lacio y brillante, unos zapatos de moda o un delicioso perfume, ni de estética ni cosmética sabe mucho, pero para ella siempre lucimos bellas. No le importan las ojeras ni el cansancio del día, el café con leche nunca falta, no importa cuántas veces haya escuchado lo mismo, una vez más para ella nunca estará de más. Unas veces de mejor humor que otras, pero siempre dispuesta.
Una frase para describirla: amorosamente versátil. Todo eso es capaz de hacerlo mi mamá, una mujer a carta cabal.

Intento

La luna iluminaba toda la playa pero la cantidad de gente impedía que se pudieran ver. Días antes, en la tímida e informal cena, se enteraron que iban a ese concierto de reggae, cada uno con su grupo de amigos. Él siguió las coordenadas recibidas:

“Si caminas de frente a la luna, con el segundo kiosco de venta de cervezas a tu derecha, te toparás conmigo”

Agradeció a la luna que estuviera en el mejor de los días de su fase llena y ella le devolvió el gesto con guiño picarón. Se echó a caminar, mitad buscándola mitad escuchando la relajante música, hasta que sintió un suave toque en su hombro derecho. Ella lo había encontrado.

Se dieron un largo abrazo y, en medio de sonrisas, ella lo llevó a conocer a sus amigos. Disfrutaron el resto del concierto juntos; cantando, mirándose, riendo; cómplices de algo que no terminaban de entender. Ese algo que sólo le pasa a los adolescentes y ellos ya habían dejado de serlo hacía algún tiempo.

Al finalizar el concierto, él se ofreció llevarla a su casa. Fueron caminando, lentamente, mientras la gente se dispersaba. Al final del camino, con sus manos en la cintura y las de ella en sus hombros, se besaron.

Ahora y de vez en cuando, por felicitaciones o buenos deseos, recibe mensajes de ella. En ocasiones especiales, uno que otro él le hace llegar. Así corren los tiempos ahora. Así, llenos de pequeñitos detalles que roban recuerdos de un intento alegremente fallido, en vez de recuerdos de diez años atrás.

viernes, 19 de noviembre de 2010

Las estadísticas no consuelan

Los números indican que nos pasa a 1 de cada 5 mujeres o al 20% de nosotras. Es más, hay expertos que dicen que esa cifra puede llegar a un 50% si contamos a las que no nos damos cuenta ni de que estamos embarazadas. Lo cierto es que el aborto espontáneo es otra de las experiencias biológicas que las mujeres tenemos que enfrentar y, en el mejor de los casos, sólo prepararnos porque podemos entrar en las estadísticas.

Si lo planificas, si es el resultado de una equivocación que trae alegría, si es el resultado de una equivocación que trae tristeza, si es la primera vez que intentas traer una personita al mundo, si es de una madre adolescente, si es de una madre adulta, si la cuna que lo espera es de oro, si la cuna que lo espera es de madera, cualquiera que sea la circunstancia de la concepción: la pérdida de un bebé es una experiencia muy triste y devastadora.

No lo digo por experiencia propia. Sin embargo, he tenido la desagradable oportunidad de acompañar a diferentes mujeres en ese trago amargo. Mujeres a las que les tengo diferentes niveles de cariño y por las que he sentido la misma pena. Mujeres a las que cada día admiro más y a las cuales no he sabido consolar, si es que eso es posible.

Discúlpenme los hombres, posibles y futuros padres, pero este humilde escrito esta dedicados a ellas y a su fuerza. A ellas que aceptan y manejan todos los cambios físicos y psicológicos que implica el estar embarazada, y luego no estarlo. A ellas que las estadísticas no consuelan. A ellas, mis respetos.

no somos lo que decimos ser

7.02 am, había visto el reloj antes de colocar la luz de cruce a la izquierda. “Gracias Sr. Taxista” dije en voz alta, agradeciendo el paso que no me cedió; seguidamente pensé: “menos mal que son las 7.02”, lo que significaba que para mí era temprano.
Al voltear la vista al frente, esperando que el taxista avanzara, pude ver como 50 metros más adelante, un carro alcanzó a un motorizado, o el motorizado le llegó al carro, todavía no sé, sin embargo, en ese momento, lo que más me preocupó, fue la niña que estaba de parrillera, a quien gracias a Dios, a la destreza del piloto y a la frenada del conductor del carro, no le pasó nada, nisiquiera se tambaleó, bastante equilibrio del que goza la muchachita.
Luego del incidente, como es costumbre, los dos sujetos procedieron a discutir, situación por demás que me generó un ataque de nervios. El taxista, seguía a mi lado izquierdo, es decir, todo se detuvo por el show. Por un momento me sentí casi en un auto cine, en el que disfrutaba una película con 6 protagonistas, porque no sé cómo llegaron tan rápido 4 motorizados más para defender a capa y espada a su colega. En medio de gritos, golpes a los carros, manotazos, etc. la cola empezó a avanzar, pude incorporarme a la vía, pero justo al frente del incidente, otro conductor, para quien por lo visto también era temprano, muy temprano de hecho, le pareció buena idea detener “por completo” su vehículo, bajar el vidrio del copiloto y escuchar los gritos de la discusión, no sólo escuchó los gritos sino que lo aturdí con mi corneta, por entrépito. No tuvo otra alternativa que avanzar, luego de gritarme “atorada”. Llegar al semáforo fue toda una hazaña, ya no era tan temprano, 7:18am marcaba el reloj.
Todo eso sucedió en una de las principales calles del pueblo donde vivo, un pueblo por demás que es la capital de un estado, estado que se encuentra a 21Km de la capital del país. Entre tristeza y rabia sentí al ver que algo tan tonto generara tanto caos, en ese momento sentí que estamos predispuestos al conflicto, que en lugar de hacer un trabajo en común por un país mejor, luchamos por seguir siendo los que somos, esos que dicen ser graciosos y rocheleros en una fiesta pero que en la calle, donde deberíamos ser verdaderos ciudadanos, somos unos amargados, inconscientes, entrépitos e intolerantes.
7.40am marcaba el reloj cuando apagué el carro en mi trabajo.

jueves, 11 de noviembre de 2010

mi par de luceritos

“El fuego del alma se refleja en el brillo de la mirada”, no sé quien escribió esa frase, pero a mi parecer es totalmente cierta. Debo confesar que al acordar publicar una nueva entrada, no tenía idea de que escribir, o dicho de otra forma y para ser sincera, tenía muchas ideas de las cuales no quería escribir. Kat, luego de sorprenderme con tanta puntualidad, valga la pena mencionar, lo hizo también con el tema de su escrito, por lo que decidí como buena copiona (o admiradora) escribir de lo mismo pero diferente, pero que quede claro, la idea inicial fue de ella.
La máscara para pestañas y yo somos muy buenas amigas, casi inseparables de hecho, me encanta ver que mis ojos crecen con aplicar un poco del patuque casi milagroso, me coloco bastante y varias capas, he probado casi todos los colores, texturas y cepillos, si algo puedo saber en el tema de maquillaje es del rímel. Hace unos días, descubrí que a pesar que tenía la misma cantidad que generalmente aplico todas las mañanas, incluso hasta mejor distribuida que otras veces porque todas las pestañas estaban separaditas, lindas como me gustan, mi mirada estaba opaca, fría, lejana, triste, tanto así que me di cuenta que el hecho de parpadear me estaba costando. En ese momento, mirándome al espejo, me pregunté, cómo era posible que yo había permitido que el brillo de mi mirada se opacara de esa forma, a esa magnitud; la razón la sabía de sobra, estaba más que segura de cual era y no necesitaba la respuesta ni de un cirujano ni de un oftalmólogo, necesitaba hacerle caso a mi corazón; tal vez cerrar los ojos y escucharlo con atención.
La razones hoy ya no importan, lo que importa es que he recuperado ese brillo, que sólo yo permití opacar, un brillo de optimismo que siempre me había caracterizado, un brillo que a pesar de mi carácter siempre había permanecido y que no importa si refleja o no la luz de la cámara, de día o de noche, o si alguien se puede ver en el, lo que me importa es que irradie la tranquilidad y la alegría que me han permitido llegar a ser lo que soy hoy, ser yo, sin miedos y siempre positiva.
Agradezco a la vida por haberme permitido ver mi mirada opaca, agradezco a mi corazón haber sido capaz de hablar con mi cerebro para producir unas cuantas lágrimas, tal vez, ellas fueron las que me ayudaron a recobrar el brillo gracias al cual puedo reflejarme en el espejo.
Y así como dice Violeta Parra:
Gracias a la vida que me ha dado tanto
Me dio dos luceros que cuando los abro
Perfecto distingo lo negro del blanco
Y en el alto cielo su fondo estrellado…

¿Por qué reflejan tanto?

Le pregunté a un médico y me contesto que no sabía, que era probable que sea porque el cristalino está nuevecito, es decir, más cristalino. Pero es que era Cirujano, a lo mejor tengo que preguntarle a un Oftalmólogo.

Lo cierto es que, desde hace poco, me di cuenta que los ojos de los niños reflejan muchísimo y lo hice a través de unas fotos. En ellas noté que me veía en cada par de ojos que capturaba con mi cámara. Primero dije: ¡Ah no! Es la luz, estamos en un parque; pero después, lo poco que queda de mi carácter investigador me hizo probar en sitios más oscuros y el resultado fue el mismo.

Luego de eso, me puse a ver lo ojos de todo el mundo; niños, adolescentes, adultos, viejitos; y noté que el brillo y la capacidad de reflexión variaba muchísimo entre ellos. Sin embargo, no había un patrón aparente. También es justo aclarar, que la investigación no puede ser concluyente ya que hubo una sola observadora, yo, y la muestra no fue representativa. Curioso si era que los ojos de todos los niños, sin excepción, reflejaban; unos más que otros pero todos reflejaban al que los veía.

Otra duda que me asaltó fue el por qué no me había dado cuenta antes si le he tomado fotos a varios niños anteriormente ¿Qué diferencia hubo ahora? La respuesta: mi ahijado. Desde que él llegó he descubierto muchas cosas en mi, muchas cosas en otros y sé que ahora nunca me cansaré de verle los ojitos brillar y jamás dejaré de acercarme hasta verme reflejada en ellos. Además, trabajaré para que se mantengan así el mayor tiempo posible, aunque no sepa qué lo causa.

¿Será que los hace brillar la inocencia, la experiencia de descubrir, el ver todo por primera vez, el no esperar nada? ¿El que nos reflejemos en sus ojos es un mensaje para que volvamos a ser como ellos? Me gustaría pensar que si. Quiero creer que si.

Por lo pronto, siempre le estaré agradecida. A él y a los que están por venir.

lunes, 25 de octubre de 2010

y los que no se dan, al espacio sideral van a parar...

Entre la primera y la última vocal
Un suspiro ha de provocar.
El primero siempre has de recordar
Aunque el mejor no será.
Con los ojos cerrados disfrutarás
El contacto que se producirá.
Quien lo da
El mejor lugar encontrará,
Pero más sorprenderá
Si desprevenida te lo dan.

viernes, 15 de octubre de 2010

Sentimiento malechor

Biológicamente beneficioso
porque ayuda a defender,
psicológicamente angustioso
y prudente conocer.

Físicamente se relata
porque los ojos lo delatan,
a veces la garganta no aguanta
y un grito se escapa.

En algunos paralizador,
para varios impulsor,
pero para el gran pensador
será siempre malechor.

jueves, 14 de octubre de 2010

huele a eso que llaman amor

No es uno, son dos.
Quizá por el hecho de tener un brecha de 12 años con mi hermana, apuesto por la idea de que mientras más contemporáneos sean los hermanos, la relación es mucho más compenetrada; a pesar de ello, en mi caso, hoy en día (hace unos años no fue así) eso no ha sido motivo para no estar compenetradas, es la única persona con la que puedo disfrutar tantas diferencias.
Tres horas después de recibir la noticia, empecé a imaginar cuando conozca a los dos bebés, de quienes aún no sabemos el sexo, pero que en cuestión de preferencias me encantaría que fuesen parejita, toda una novedad para la familia.
Mientras imaginaba a los bebés, una pregunta interrumpió mi suspiro ¿a quién cargo primero? ¿al más flaquito o al más bonito? (así hubiese uno feo yo lo vería bonito, así que esa pregunta estaba de más, por lo que seguí en mi autointerrogatorio) ¿a la hembra o al varón? (y, ¿si no son pareja?) ¿al que esté despierto o a ninguno? ¿cómo que a ninguno? imposible pensar eso, justo ahí entré en conflicto y pensé, “los cargo a los dos al mismo tiempo”, también era casi imposible, “no soy experta cargando a uno, menos a dos” pensé mientras sonría. Para no enredarme más, decidí que el día que los conozca, lanzaré un dado.
Cuatro horas después de recibir la noticia, es decir, una hora después de no haber decidido a quien cargaba primero, seguía pensando. Esta vez mi pensamiento estaba enfocado en la capacidad de amar de los seres humanos. Esa sensación que yo no sé describir como palpitaciones, mariposas, nostalgia, aumento de esta sustancia en el cerebro o disminución de tal otra en los pulmones, ni biología ni cursilerías que van conmigo. Lo que sí puedo decir, es que eso que llaman amor, en mi contexto te hace sentir en el pecho un calorcito especial y diferente por alguien, esa preocupación sabrosa porque esa persona siempre esté bien, esa alegría que es de otro pero que la compartes como si fuese tuya, esas ganas que de vez en cuando se traducen en apretujones; para mi, el amor, es reconocer de lejos el olor de otra persona, es tener la necesidad de respirarlo.
Ese olor exquisito que es único y que se transforma en amor no podía ser igual, el olor de mi mamá es diferente al de mi hermana por lo que son amores distintos, no más ni menos grandes, inclusive ambos inmensos. Sin embargo, ¿cómo dividir mi amor en partes iguales para los dos bebes si los dos iban a oler igual? ¿cómo harían las mamas para querer a tantos hijos como tuvieran por igual?. Yo sinceramente dudo que mi mamá nos quiera igual, a pesar que ella siempre diga lo contrario.
Media hora después de las cuatro horas, me seguía cuestionando ¿cómo era posible que yo no sería capaz de querer a dos personas de la misma manera? ¿por qué a todas las personas especiales en mi vida tenía que quererlas diferente? ¿cómo podía estar tan segura de que habían personas tan especiales en mi vida de las que podría reconocer su olor a distancia sin mayor esfuerzo, o es que acaso podía querer a alguien y no distinguirlo con el olfato? ¿por qué me preocupaba tanto el cuánto puedo querer a alguien? ¿por qué yo soy tan complicada? Terminé concluyendo
Ya es casi tradición dejar preguntas sin respuesta y no porque quiera si no porque las desconozco; posiblemente dentro de 8 meses podré responder algunas o al menos les contaré a quien cargué primero y si olían o no diferente.
Las otras preguntas, algún día las responderé o quizá termine dándole la razón a mi mamá; mientras tanto, me sigo complicando.

martes, 5 de octubre de 2010

Inseparables

Era una gata y no un gato ¿Cómo lo sabía? Porque tenía tres colores. No se podía decir si era blanca con manchas marrón o marrón con manchas blancas, pero esos eran dos de sus colores. El tercer color era el negro, como se lo habrán podido imaginar, y lo tenía ubicado sólo en una parte de su cuerpo: su ojo izquierdo.

Llegó a mí un lunes a mediodía, cabizbaja y caminando muy lento. La revisé por todos lados pensando que podía estar golpeada, pero no tenía nada roto. Lo que si parecía tener era una tristeza muy profunda. Decidí llevármela a mi casa y cuidar de ella hasta que estuviera bien para irse o hasta que alguien la reclamara.

Pasaron semanas y nadie preguntaba por ella. No sé cómo me enteré que su antiguo dueño, de un día para otro, no la quiso más. Ella intentó varias veces regresar a su casa y él no le abría la puerta. Por lo que un día, desistió de su búsqueda y a regañadientes, se dedicó a vivir conmigo. Ese día la bauticé como Catalina.

Me fui encariñando a pesar de que ella prefería estar sola y dormir. No obstante, el tiempo pasó y ya no caminaba tan lento ni con la cabeza tan gacha, pero se volvió arisca y desconfiada. La única por la que se dejaba acariciar era por mí y eso no ocurría muy a menudo.

Poco a poco fue recuperando su humor y yo empecé a conocerla como realmente era. Fue lento el proceso pero la gente a mi alrededor también notó el cambio. Jugaban con ella y ella se dejaba acariciar. Los que la recién conocían quedaban fascinados. Sin embargo, cuando les preguntaba si la querían, salían corriendo. Me decían: es bella pero no la puedo cuidar. Así que, sigue conmigo. Todos los días un poco más feliz que el día anterior, a pesar de tener algunos altibajos.

Respecto a mi, crecí a la vez que ella curaba su tristeza. Gracias a ella soy mejor persona ahora y le agradezco a su antiguo dueño el haberla dejado ir. Nuestra historía continuará cada vez más entrelazada porque, Catalina, forma una parte muy importante de mí. Por lo que, estoy segura, su futuro dueño nos llevará a las dos.

lunes, 4 de octubre de 2010

... he ahí el dilema

Yo no soy de esas personas que goza de una inteligencia superior al común denominador, es decir, puedo captar rápido algunas cosas, pero hay otras, que me cuestan; así como gozo de actitudes admirables, de vez en cuando me asaltan otras no muy dignas de contar. Claro está, en lo que corresponde a mi vida estudiantil, era tan metódica y planificada que parecía ser inteligente, pero yo sabía que eso no era tan cierto.
Tan cierto era, que en los últimos días me he dado cuenta que creía ser más inteligente de lo que soy. Si, es así, he resultado ser más lenta -menos rápida, suena mejor- cosa que, tal vez por mi lentitud, no me haga sentir mal.
El no ser tan inteligente ha provocado que todavía no entienda eso de que matemáticamente hablando, se puede ganar perdiendo; entiendo, que en la vida hay circunstancias que no salen como esperamos, lo que se puede considerar una pérdida, pero que en el fondo encierran un gran aprendizaje; en resumen, sería ganar experiencia, madurez, conocimiento, etc.; en general, aprendes a vivir, o simplemente vives.
Sin embargo, esto no es una cuestión filosófica, es una cuestión de números y si de algo estoy segura, es que los números no mienten. Si usted conduce a 140km/h y frena, disminuye su velocidad, comienza a ir más lento; claro, mientras los frenos funcionen. La idea de perder siempre se suele asociar a frenarse, a detenerse o para los más optimistas a avanzar más despacio.
De vez en cuando, no estaría de más considerar que frenar puede ser el impulso para avanzar, o que en lugar de frenar de golpe, es mejor ir a una velocidad moderada que permita tomar decisiones en el momento oportuno, evitando un accidente. A pesar que frenar es siempre una opción, hay para quienes cambiar la ruta es la mejor alternativa.
Así pasó, cambiaron la ruta generando un desequilibrio caótico, en el cual vivo y no comprendo, era más fácil saber y sentirse perdidos ganando, que perder, como dirían por ahí, “con todas las de la ley”. Asumir la derrota, es tan difícil, que si volvemos al tema del carrito y la frenada, podría decir que prefieren devolverse, que llegar de segundos, aún cuando tengan quien los aplauda en la meta; Gustavo Le Bon tenía razón cuando dijo: “retroceder ante el peligro da por resultado cierto aumentarlo”.
Sinceramente, no sé si gané o perdí, pero me quedó claro que las reglas de juego las pone quien lo inventa y que no importa que tan inteligente seas, lo que importa es que los demás entiendan lo que te interese.
Mi inteligencia, sigue estando en dudas, pero más o menos, somos mayoría, somos alegría.

lunes, 27 de septiembre de 2010

remando descubrió

Eran seis más el guía. Dos chicos y cuatro chicas, ellos adelante, ellas atrás. Justo ella iba en el medio del lado derecho, su hermana y su novio, atrás y adelante respectivamente, su amiga y los otros dos amigos del lado izquierdo, en fin, compañía sobraba.
Una vez comenzada la “aventura”, se dio cuenta que no era como pensaba, entendió que una cosa es que te lo cuenten y otra que lo vivas. No sabía que los ríos eran verdes, para ella eran cristalinos, no se explicaba porqué lo imaginaba así, seguro alguna novela romántica que habría visto, también desconocía que tenían piedras atravesadas (grandes piedras) –sabía que la atravesada era ella – tenía idea de la corriente, pero tampoco se imaginaba que pudiese tener tanta fuerza, en fin, nada era como ella pensaba, posiblemente mucho más bonito, más estresante y menos seguro.
Adelante, atrás, adentro, derecha, izquierda, fueron las indicaciones del guía, no las únicas pero si las que captó más rápido, la que más le gustaba era adentro, se sentía segura, qué problema con la seguridad, pensaba. La manera de sujetar el remo, no fue la instrucción que más fácil asimiló, pero lo hacía viendo a los demás; se sentía graciosa, o torpe, todavía no lo define.
El primer día en el río, supo que conformarían un gran equipo, “Adrenalina” era el nombre, el grito de guerra “Adrenalina Au Au Au” sugerido por el guía, chistosísimo a su parecer. Mientras los otros remaban, ella intentaba hacerlo, cuidando siempre de su hermana; pensaba que el lugar de los brazos, el cuello le dolería, a pesar que estaba casi segura que ella era la que podría caerse, golpearse y ahogarse con más facilidad; sin embargo, el miedo a que le pasara algo estuvo latente siempre. Terminó el primer día, sin caídas y su hermana a salvo.
El segundo día, demostró un poco más de destreza, pero gritando y animando, no remando. Ya no sentía tanto miedo por la hermana, era mucho más ágil que ella. Disfrutó el paseo, los paisajes y la canción del cumpleaños.
Durante todo el viaje, constató que sabe evaluar riesgos, pero que aún así es valiente al asumirlos, que no siempre el hecho de sentirse segura garantiza la seguridad, que no importa lo que piensen los demás asumir sus limitaciones la hace sentirse grande, sabe que goza de muchas virtudes aunque no siempre se sienta orgullosa de ello, entendió que en un equipo todos ponen su granito de arena a su manera, que cada quien tiene su forma de remar, de gritar y de nadar, le dio importancia a saber escuchar y a seguir instrucciones de un guía, y por último; el amor por su hermana, lo confirmó una vez más.

viernes, 24 de septiembre de 2010

Poderosa carta

Señor,

Mi intención con esta misiva no es criticarlo, juzgarlo y mucho menos condenarlo. Esta carta tiene la finalidad de aclarar las dudas que me han surgido a raíz de ciertas manifestaciones de su presencia a mi alrededor. Son sólo unas pequeñas reflexiones y esperaría que alguna vez me respondiera para así entenderlo mejor.

En primer lugar, usted tiene la característica de estar presente en varios sitios a la vez. No se si en todos, por lo que no lo catalogo, todavía, de omnipresente. Además, he notado que se presenta de manera sigilosa, pausada y meticulosa. Tiene la facultad de elegir a una persona desde la cual poder actuar y se va apoderando de ella, guiando y manipulando sus acciones. Pero ¿qué lo hace elegir? ¿Cuáles son las características que la persona debe tener para ser seleccionada? El común denominador, del que me he dado cuenta, es la fuerza. Estas personas suelen ser fuertes de carácter y defienden su manera de pensar a capa y espada sin importar, en algunos casos, quien resulta beneficiado. Asimismo, están convencidos que no hay una mejor forma de hacer las cosas sino como ellos dicen, ni persona que lo pueda hacer mejor que ellos mismos.

Ahora bien, le tengo que confesar que, la mayoría de las veces, su presencia me incomoda. Disculpe si este comentario le resulta desagradable y permita explicarme mejor. El tipo de personas descritas anteriormente no presenta mayores defectos, de hecho, para muchos están llenos de virtudes. El problema aparece cuando usted las posee ya que, poco a poco, como un buen licor, les va nublando el entendimiento y embriagando las intenciones. Pareciera que usted despierta en ellos los sentimientos mas oscuros y perturbadores del ser humano, los cuales comienzan a ser usados para obtener resultados y lograr objetivos, sin importar a quienes se lleve por delante. Con esto no quiero decir que esas sean sus intenciones, no mal interprete mis palabras, pero si me creo responsable de, por lo menos, llamarle la atención en este particular. Si en algún momento lo hago reflexionar, ya me daré por satisfecha.

De ahí viene mi motivación a escribirle y, sinceramente, espero que me sepa entender. Aunque me he sentido atropellada por personas borrachas de usted, no le tengo el más mínimo rencor. Es más, me atrevo a retarlo a poseer a personas fuertes de espíritu, no solo de carácter. Estoy segura de que ellas van a limpiar la imagen que se tiene de usted. O por lo menos, la mía.

Agradecida,
Yo

martes, 31 de agosto de 2010

El don desubicado

Siguiendo instrucciones precisas, Ella llega al organismo policial. Iba acompañada del Supervisor del personal de vigilancia y el Coordinador de seguridad.

Ella: Buenos días
Policía: ¿Qué desea?
Ella: Vengo a hablar con… ¿cómo es que se llama el señor? (dirigiéndose al supervisor de vigilancia)
Supervisor: Miguel Fernández
Ella: Con el señor Fernández (no había escuchado bien el nombre)
Policía: ¿Pero qué desea? (con una ceja levantada, denotando superioridad y algo de impaciencia)
Ella: Hacer una denuncia
Policía: En el primer piso

Los tres intentan dirigirse a las escaleras cuando el policía los detiene y aclara: sólo debe pasar la persona que va a colocar la denuncia. Sin protestar, los dos hombres se dirigen a la salida del centro mientras Ella camina hacia las escaleras.

Ya en el primer piso, se encuentra con cuatro oficinas. Ella se dirige a la más próxima.

Ella: Hola, buenos días. ¿Me podría decir en donde encuentro al Sr. Fernández?
Secretaria: ¿Fernández qué?
Ella: ¡Ay! No recuerdo el nombre (molesta de nuevo con su despiste selectivo)
Secretaria: Hay varios (mientras agrupaba una cantidad importante de carpetas)
Ella: Esta bien, no se preocupe. Muchas gracias.

Mientras salía de la oficina buscaba el número de teléfono del Supervisor y recordaba todas las veces que le han llamado la atención por despistada. Cuando no encontró el número buscado, le dio la razón a cada uno de ellos y se prometió volver a tomar algo que por lo menos le oxigene el cerebro.

Luego, como por arte de magia, decidió marcar uno de esos números que tenía grabados como llamadas recibidas y atiende el Supervisor, consiguiendo el nombre que necesitaba. Después de colgar, Ella recordó lo que dicen de los ingenieros, pero en su caso, la habilidad de resolver inconvenientes no tiene que ver con su profesión sino con el tiempo que ha tenido que sobrellevar su condición de distraída y gracias a su angelito que nunca la abandona.

Por fin, logra conseguir que le informen que el Sr. Miguel Fernández no se encuentra en la delegación.

Comisario: Miguel tuvo que salir pero ya hable con él, vamos a tomarle la declaración. ¡RODRÍGUEZ!
Rodríguez: Dígame Comisario.
Comisario: Lleve a la señorita a que coloque la denuncia.
Rodríguez: ¡Sígame!

La conduce hasta una puerta con un letrero que dicta: No pase si no está autorizado. La atraviesan y bajan unas escaleras.

Rodríguez: Rapidito que si me ve el comisario, me amonesta.

A pesar de que Ella le hizo caso y bajó las escaleras lo más rápido que le permitían las pesadas botas de seguridad, pudo percatarse de los calabozos llenos de personas detenidas esperando las investigaciones. Con razón no se debe pasar por aquí, pensó.

Llegaron a un recinto cuadrado, ubicado en planta baja. En dos de sus lados había un banco largo de madera.

Rodríguez: Siéntese ahí y espere un momento.

Rodríguez entró a una oficina que decía: Homicidios. Ella no supo por qué la trasladaron hasta allá cuando lo que iba a denunciar era un simple robo. Así son las palancas, entendió. Al cabo de unos minutos, apareció Rodriguez.

Rodríguez: Ya la van a atender.
Ella: Muchas gracias.

Durante el tiempo de espera, Ella se percató de una virgen que estaba ubicada en una de las paredes vacías del recinto cuadrado. No supo cómo no la vio antes porque medía un metro de alto aproximadamente y casi se tropieza con ella. Estaba rodeada de flores artificiales y las personas que pasaban a su lado por primera vez, se persignaban.

Cuando Ella está tranquila, puede ser muy observadora y analítica ¿Qué hacía una virgen ahí? Muchas razones se le vinieron a la cabeza. La primera y más obvia, la cultural. Sin embargo, si la intención es rendirle devoción, podía estar en cualquier otro lugar de la sede del organismo y no en la sala de espera para colocar denuncias. El mensaje tenía que ser otro ¿Precaución? ¿Temor?

¡Temor! Ella se acordó de sus reuniones del grupo juvenil de bachillerato. El Temor de Dios, uno de los dones del espíritu santo. El don que inspira reverencia de Dios y temor de ofenderlo. Aparta del mal al creyente, moviéndolo al bien ¿De verdad los moverá al bien? ¿A ellos, uno de los organismos más corruptos y más viciados?

Y así, mientras Ella trataba de dar respuesta a las preguntas que se fueron creando en su despistada cabeza, anunciaron que podía pasar a la oficina para que colocara la denuncia.

Ella: ¿Cuál denuncia? ¡Ah sí, la del robo! (se respondió inmediatamente)

Por ahí quedó, como flotando, la idea de haber encontrado ese particular don en un lugar insólito. Ella no tuvo el tiempo de entender que es, precisamente, un excelente sitio donde ubicarse. Un lugar donde se puede ofender fácilmente y por lo que hay que recordarlo constantemente, tanto por los funcionarios como por los delincuentes y denunciantes. Así sea a través de la imagen de una virgen con flores de plástico que espera ser vista por alguien más que Ella.

Descontactada

RESUMEN DE MI DIA: Saqué a la perra, PERDÍ EL CEL, llamé, atendió un tipo, me citó en el Teatro La Latina, era un indigente (no sé si fue suerte), me pidió 1 euro (y agarro mi ticket del Metro), me devolvió el cel (sin secuestrarme), Me alegré! PERO... ME RESETEÓ EL CELULARRR! SE ME BORRARON ABSOLUTAMENTE TODOS LOS CONTACTOS Y LAS DIRECCIONES! TODO!Nunca pensé que algo así me pasaría. Aún estoy en shock!
De esa manera relató – a mi parecer, con tono jocoso – lo que había sido para ella parte de su día. Si estuviese en 4to grado y colocaran esa oración en un examen de castellano para identificar el sujeto, verbo y predicado, estoy casi segura que lo hubiese raspado. Probablemente, en el sujeto habría dudado entre la perrita y el celular, el predicado hubiese estado entre el entretenido paseo o la pérdida del aparato, y en el verbo, pasear o buscar el celular, quién sabe.
Menos mal que no estoy en 4to grado y que en este cuento no importa tanto el sujeto ni el verbo, sino el protagonista de la historia, quien sin duda es el Señor Indigente que se tomó la molestia de devolver el celular por una pequeña cantidad de dinero y un gran ticket de metro, quien además se dio a la tarea de responder la llamada y para rematar se dedicó a eliminar toda la lista de contactos del celular de la coprotagonista de la historia, quien aterrada fue a buscar su aparato -casi tan imprescindible como el cepillo de dientes- sin temor a quedarse sin celular, sin dinero y probablemente sin perra.
Que importante es tener contactos, cuánta necesidad tenemos los seres humanos de sentirnos queridos y valorados por otras personas, cuán importante es para nosotros saber de la gente que queremos, saber que tenemos a alguien con quien contar. Cuánto nos mortificamos por tener almacenada una secuencia de números correspondientes a un nombre con el que te conectas dónde quiera que estés aunque no siempre lo hagas, más que tener los contactos creo que es más importante usarlos.
Seguramente, ese señor no sabía lo que significaría el hecho de eliminar el directorio, o tal vez sí, y justamente por eso lo hizo.
A mi amiga, quien vive en España solita, le digo, no importa que haya perdido todos los contactos, la tecnología está tan avanzada que podrá recuperarlos pronto, que ganó un gran contacto, sin correo electrónico ni número celular pero a quien podrá encontrar en las mañanas, o en las noches, acostado en la plaza a dos cuadras de su casa y quien seguramente nunca dudará en darle los buenos días, quien por otro euro le devolverá su celular si llegase a perderlo de nuevo y quien a lo mejor un día de estos se siente hacerle compañía en el asiento de al lado en el metro.
Ah! La perrita, disfrutó su paseo, valga la pena mencionar más largo que el habitual, además hizo otro amigo, porque el indigente – me cuenta mi amiga – le cayó de lo mejor.

lunes, 23 de agosto de 2010

A paso lento, como bostezando

Según la RAE, el tiempo se define como la magnitud física que permite ordenar la secuencia de los sucesos; época durante la cual vive alguien o sucede algo. Sin embargo, a pesar de conocer intuitivamente estos conceptos y saber que su unidad de medición es el segundo, comúnmente se suele escuchar: el tiempo es algo relativo.

Esto se debe a que la misma cantidad de minutos pueden parecer una eternidad cuando estás esperando los resultados de un examen, o un instante cuando estás con la persona de la que estás enamorada.

Además, el tiempo está inversamente relacionado con la velocidad. Es decir, mientras menos tiempo tardes en recorrer una distancia o en hacer algo, más rápido eres. Por lo tanto, cada persona tiene velocidades distintas para hacer, aprender o vivir y maneras diferentes de percibir esas velocidades, ya que el tiempo esta relacionado con ellas.

Particularmente, yo me consideraba una persona rápida para aprender y razonar. Hasta que me dí cuenta que no lo era en todos los aspectos de la vida, por lo menos de la mia. A medida que los años pasan, esos temas donde mi velocidad era aceptable, dejaron de ser los más importantes para mi. Contrariamente, lo que me ha rodeado recientemente son esos aspectos que me cuesta más aprender o entender. Así que me ha tocado ir con paciencia, luchar con las ansias de querer saberlo y entenderlo todo y aceptar y disfrutar mi ritmo. Olvidarme de la velocidad.

Me han comparado con ballenas por su lentitud, todos los días alguien me pregunta que cuando voy a terminar de hacer esto o aquello y, mientras tanto, yo sigo practicando la paciencia y tomándome el tiempo en comprender esas cosas que, para otros, son sencillas y viven más rápido.

El tiempo y la velocidad seguirán siendo relativos. Yo seguiré aceptando el ritmo de los demás, tratando de que los demás entiendan el mío y seguiré tomando como halagos las comparaciones con ballenas. Total, como dice un proverbio chino: “No temas ser lento, solamente teme estar parado”

viernes, 20 de agosto de 2010

Tal día, a tal hora...


Porqué todo tenía fecha, porqué los días importantes debían estar subrayados en el almanaque, porqué la mayoría de las cosas no se conservaban intactas con el pasar del tiempo, porqué había que estar pendiente de la fecha de vencimiento, porqué la edad para entrar al colegio, para ver películas, para ir al cine, para manejar, porque los horarios y con ellos la impuntualidad y el retraso, porqué, porqué, porqué es tan complicado el tiempo.
Será que la mejor manera de disfrutar que el tiempo pasa, es no recordarlo; cómo saber cuándo la oportunidad que tenemos al frente no se repetirá en el tiempo, será que es verdad que todo pasa en el momento perfecto y que cuando las cosas no nos corresponden así pasen siglos no serán; o al contrario, cuando algo es para nosotros, será, así pasen siglos. Será que la idea de adelantar constantemente el tiempo no es buena idea, que el deseo de crecer rápido hace que envejezcamos antes, que escuchar gaitas en agosto hace que en diciembre estemos hartos, que vivir el presente olvidando el pasado y no pensando en el futuro nos hace perder nuestra esencia y nos vuelve conformistas, que, que, que manía de querer mover -o detener- las agujas del reloj.
Como siempre, me encantan las complicaciones y últimamente los temas relacionados con el tiempo me complican más y mucho más cuando no tengo respuesta para tantas preguntas.

martes, 10 de agosto de 2010

La más última

1,61mts de estatura, 50Kg de peso -datos seguros y confiables, emitidos en los exámenes post vacacionales- gráficamente, bajita y delgada, cara redonda y muy bonita, ojos de color extraño pero lindos, un lunar grande en algún lado de su cara.
La conocí en la universidad no sé qué día ni cómo, pero nos conocimos. Tenía una hermana morocha -tiene mejor dicho- pero ella era la que estudiaba lo mismo que yo, recuerdo haberla visto varias veces con un suéter gris con unas plumas en la capucha que siempre me causaban risa; era de Valencia, practicaba tiro y le gustaba el voleibol, no sé como sabía todo eso sin conocerla, pero lo sabía y era verdad, yo era -o soy- de las buenas chismosas.
Pasaron años para que habláramos. No sé porque fui a su defensa de tesis, no olvidaré la ensalada de tostitos, lechuga, tomate y queso amarillo. Se graduó y me gradué. Pasaron meses y entre una cosa y otra nos seguimos viendo, la vida nos regaló momentos que nos unieron hasta no saber cómo llegamos a hoy, día en el que se considera la “más última” de mis amigas.
No es sepa muchas cosas de su vida, podría decirles que le agrada lo suficiente la fotografía como para haber hecho varios cursos, incluyendo unos cuantos paseos locos a tomar fotos, de los cuales siempre regresa con algún cuento, le gusta leer y ver películas, algunas veces escribe. Ella se cree debilucha, lo cual no es del todo falso, mentira, es más fuerte de lo que se cree, o al menos lo ha aprendido a ser en los últimos años; goza de una familia bien linda, habladores como ella – bueno, no tanto como ella-, no es muy ordenada que digamos, come lento y dilata para arreglarse, la puntualidad no es su frente, ahorradora y emprendedora, sencilla al vestir y humilde de personalidad. Efectivamente le gustaba el voleibol y el tiro. Inteligente, menos tímida que antes. Camina hacia lo arriesgado. Le gusta la playa y disfruta el sol con protector. Viajar le encanta y mucho más si de visitar amigos o tomar fotos se trata. Buena persona, bellos sentimientos, gran mujer… Excelente amiga.
Cuando decidí aceptar la idea de compartir un blog, pensé que con frecuencia dedicaría entradas a gente importante en mi vida, la primera fue mi perrita- aunque no sea una persona, es importante en mi vida- la segunda y no más última, ella.

Agonía

En pocos segundos
o largas esperas,
terminan en suspiros
distintas carreras.

Voces calladas,
susurros del viento,
dejan imágenes saladas
como final del cuento.

viernes, 6 de agosto de 2010

Particular héroe

Un domingo cualquiera, después de la embarcada de obra de teatro que fuimos a ver mis amigas y yo el sábado por la noche, me disponía a regresar a mi cuidad natal. Eran las 9:00 de la mañana. Cabe destacar que me habia quedado en casa de mi hermana y, por cosas que pasan en casi todos los edificios en Venezuela donde hay mas carros que puestos de estacionamiento, tuve que trancar la salida porque alguien decidió usar el puesto de mi hermana. En mi defensa puedo decir que esa acción la comete todo el mundo en ese edificio, por lo menos durante los tres meses que viví ahí. Esta vez lo hice yo y, aunque sabía que era un abuso, me dije: los domingos nadie sale temprano, sólo yo para viajar a Valencia, ¡total! no estoy trancando ningun carro, pueden salir por la entrada. Buscando justificación para no sentirme mal.

Pues mal me sentí cuando veo al salao de Artax con sus cuatro cauchitos espichados. Mi hermana y su novio trabajaban en el hospital y no podian salir sino después de dos horas de mi llamada, que realicé como a las 9:05 am. Resignada y cómo no tenia más nada que hacer, me dispuse a soltar las tuercas de los cauchos para ir adelantando. Con la llave L (porque no era de cruz) que trae el gato del carro, empecé a soltarlas. Ya que la fuerza de mis brazos no era suficiente, decidí usar todos los 48 kg de mi cuerpo saltando sobre la llave. Me sentí súper realizada cuando un ¡tac! me indico que ya se había aflojado la primera, 45 minutos después de haber empezado.  

Después de hora y media ya había soltado las cuatro tuercas de uno sólo de los cauchos. Pero luego, mientras leía el manual para ver en donde se ponía el gato, un chamo del edificio bajó porque iba a viajar a Cagua. Me ayudó con ese y con los tres cauchos que faltaban por bajar e inflar (porque gracias a Dios solo le aflojaron los gusanillos) y compartimos como tres horas ya que no pudimos bajar los cuatro cauchos de una vez y tuvimos que llevar uno por uno hasta la bomba. 

En agradecimiento a todas las horas de ayuda, invité a mi inesperado héroe a un desayuno tardío. Nos fuimos a una panadería cerca y después de un cafecito y pastelitos, no me dejo pagar, así que hasta brindada salí. Para finalizar la aventura, arrancamos hacia el centro-occidente del país separándonos en Cagua, con números de telefono y e-mail intercambiados. 

¡Ah, se me olvidaba! Mi hermana y el novio llegaron cuando ya nos faltaba un caucho. Así que menos mal que apareció este Superman disfrazado de Clark.

Muchas Gracias Puerto Cabello

No sé si eran 6, 7 u 8 años, pero por ahí rondaba mi edad; ese día no fui a clases, íbamos a ver la casita en Puerto Cabello que probablemente se compraría mi tío Carlos. El probablemente, fue un hecho, mi tío se compró la casita en la que pasé el 98% de mis vacaciones, el 2% restante no fui por estar estudiando; Puerto Cabello era nuestro destino fijo.
Era una casita pequeña, con varias modificaciones que mi tía Carmen le hizo, entre ellas: la fachada de piedras y las rejas color verde, la desaparición del montecito de atrás y del frente, en este último sembró una mata de sábila, el collage de cerámicas en el piso de la fachada, la clausura de la puerta de la cocina, unos arcos medio inútiles para una casa de playa, una chimenea/parrillera en el patio, camas de cemento- la más fina era la de su cuarto, grandísima-, y por supuesto, la piscina, que se llenaba a punta de manguera durante más de 24 horas con suerte, un rectángulo sin recirculación del agua verde, en el que felices, mis primos se lanzaban cuidando siempre no permanecer mucho tiempo debajo del agua para no enfermarse de los oídos, aquélla piscina, en la que recién construida no tocábamos el piso.
Fueron años, en los que sinceramente nunca me aburrí de ir a Puerto Cabello aunque siempre fuéramos a la misma playa, años en los que me encantaba decir que mi tía tenía una casita en Borburata, años en los que las noches de vacaciones eran eternas por el silencio que aturdía la oscuridad, años en los que el olor de los árboles a los bordes del camino aumentaban mi emoción en la llegada y la nostalgia en la partida, años que siempre recordaré.
Playa La Rosa, Playa Huequito, Isla Larga, Patanemo y Morrocoy ya no serán los mismos sin el regreso llenos de arena a la casa, arena que sacaba con la manguera en la ducha de atrás, la que estaba al lado del baño que siempre era cobijo para algún sapo, sin el almuerzo en la mesa de madera y sin el acostumbrado descanso en la hamaca -en la que no debía acostarme mojada- ya las vacaciones no serán las mismas sin tener que ir a comprar el gas o el agua, ya mi mamá no podrá levantarse a las 5am para preparar el café y hacer las arepas, ya no abriremos más la reja ni la cerraremos con candado por si acaso, ya no habrá que decidir quién es el primero ni el segundo en bañarse, en el piso de la sala ya no reposaran el pocotón de colchones, ni habrá que doblar las sábanas en la mañana, el cable de la antena de la tele no atravesará la mitad del patio, no habrá a quien darle dinero por llevarse la basura ni a quienes bailen tocando tambor y bebiendo por alguna fiesta del pueblo, tampoco más cumpleaños que celebrar con las tortas batidas a mano, todo será un recuerdo como la pared que estuvo repleta de las casitas de arcilla en algún momento.
Adiós Puerto Cabello y muchas gracias; es lo único que queda por decir.

domingo, 1 de agosto de 2010

A un poco mas de 400 km

Un viernes de julio, catorce personas parten de la capital diez minutos antes de la hora pautada. Un grupo bastante disciplinado, al parecer. El destino pautado es desconocido para doce de ellos. Sólo los guías saben el paradero. 

Esa fue una partecita de mis vacaciones, las peores planificadas de los últimos años. Sin embargo, esos tres días, cómo cada vez que hago un viaje con éste grupo, me dejó una cantidad de enseñanzas y aprendizajes importantes, además del placer de fotografiar. Esta vez, les contaré de la reflexión más curiosa que tuve ese fin de semana.

Mientras más nos alejábamos de la capital, en dirección al oriente del país, yo me alejaba 158 km más de mi hogar que mis compañeros del suyo. Era la única que no vivía en esa ciudad. Durante todo ese viernes, entre las paradas a fotografiar, a comer y las innumerables anécdotas compartidas, se pasaron un poco mas de ocho agradables horas. Al llegar a la posada, o un poco antes, no teníamos señal de celular. Por lo tanto, no teníamos cómo comunicarnos con nuestras familias.

Él sábado amanecí un poco inquieta. Las correcciones de la noche anterior me habían dejado mucho que pensar. Pero había algo más que no lograba identificar. Al atardecer, la última parada fotográfica del día me abrió los ojos. La imagen: una pareja bailando en las fiestas patronales de la región. El recuerdo: ese día mis padres cumplían años de casados. Instintivamente busqué el teléfono celular y al abrirlo recordé que la llamada no iba a caer, seguía sin señal. Me quedé ahí, viendo bailar a la pareja y pensando que, después de todo, unas felicitaciones no eran suficientes. Me quedé grabando, sin un lente de por medio, cómo se mantuvieron juntos, siguiendo el paso y resolviendo al ritmo de la música durante todo el tiempo que estuvimos ahí. Canción tras canción.

Curiosamente, esa tarde entendí que lo que veía en ese desconocido lugar, era el reflejo de mi hogar. Ese hogar donde mis padres han sabido seguir el paso a los diferentes ritmos que les ha tocado la vida. Esa pareja que se ha mantenido bailando junta durante treinta cuatro años. Definitivamente, aunque meritorias las felicitaciones no eran suficientes. 

Un gracias se acercaba más. Un agradecimiento a ellos que supieron usar ese amor, a la pareja bailadora que me hizo ver en ellos el esfuerzo de mis padres y a la cercanía que generó ese destino desconocido a pesar de la larga distancia. 

martes, 27 de julio de 2010

¿Quién dijo miedo?

Domingo, 4am suena el despertador, sin pensarlo mucho se levanta, ya está lista para preparar lo que sería el desayuno y el almuerzo del largo día que acababa de comenzar. Mientras prepara los panes y cuida las arepas fritas, pide a Dios, una vez más, que la acompañe durante todo el recorrido, piensa que si lo hizo hace tanto tiempo cuando apenas era una adolescente, podrá hacerlo de nuevo, se anima pensando que la acompañará un guía bien experimentado y se dice, tal vez en voz alta, que todo saldrá bien, que lo logrará como tantas cosas que se ha propuesto, y así fue.
10 am aproximadamente, el autobús no puede pasar por un cambio brusco de pendiente en la vía, los nervios afloran, debe bajar y esperar que el vehículo logre superar la dificultad, el guía advierte que no se debe caminar cerca de los bordes del camino porque podrían salir algunas serpientes como consecuencia del “palo de agua de anoche”; lo de la lluvia ya lo había escuchado antes de un habitante de la zona, quien además en tono emocionante, completó la idea con la posibilidad de que la cueva estuviese llena de agua, efectivamente lo estaba.
El autobús logró pasar y minutos después no se volteó al pasar el río que estaba caudaloso, los nervios se intensificaban, pero esta vez calladita, seguía diciéndose que todo saldría bien. Comenzó la aventura, la caminata a la entrada no resultó ser muy distinta a otras que ya había hecho, sólo el último trecho un poco complicado, pero bajó sin mucha dificultad, valga la pena decir que llevaba puestos tremendos zapatos anti resbalantes, algunas veces se tambaleó por pataruca, pero no se cayó, primer gran logro, gracias a los zapatos.
Días antes, había pensado en ir cerquita del guía, esa sería su estrategia, como tantas otras veces frente a otros retos, planeaba una estrategia, prestaría atención a todas las indicaciones del experto y trataría de hacer exactamente lo que el hiciera, porque si el había sobrevivido tantas veces haciendo lo mismo, ella también sobreviviría esta vez, y sobrevivió. Pasó cada piedra que había sin caerse, veía cuidadosamente donde colocaba las manos, se mojó completica al pasar los ríos, pisaba fuerte donde se decía que era movedizo, las paredes estrechas las pasó sin tanta complicación con las manos arriba, se arrastró y se embarró con una destreza que ni ella misma sabía tener y cada vez que sentía nervios, lo que sucedió más de 10 veces en las 6 horas del recorrido, se decía calladita, “lo estás haciendo bien, vamos respira”.
Llegó el Sol, confirmó que amaba su calorcito, subió por el mismo sendero complicado por donde había bajado, sin ayuda del guía, logró sin resbalar llegar al camino, estaba orgullosa de si misma, nadie nunca sospechó lo que para ella significaba no haber demostrado ni un poquito los nervios que sentía, no escuchaba nada, sólo pensaba que lo había logrado, imaginaba que alguien idéntica a ella la abrazaba y la felicitaba, brincaba de emoción estando estática, pensaba que como siempre Dios la acompañó durante todo el recorrido, que no había oscuridad, ni encierro que no pudiera superar con su ayuda y con su estrategia; se decía que el próximo viaje en avión sería como esta una gran experiencia.

lunes, 26 de julio de 2010

1, 3, SORY

Un día, un par de niñas de sexto grado tuvieron que decidir a cual colegio querían ir a estudiar el bachillerato. Aunque parece una difícil decisión, ellas lo tenían claro, querían ese colegio que veían a través de la reja que lo separaba del suyo. Algunos decían que era porque su hermana mayor ya estudiaba ahí, otros pensaban que la razón era que seguía estando cerca de su casa, pero lo cierto es que ellas querían formar parte del famoso equipo de voleibol de ese colegio.

Llegó el primer día y, con él, nuevos profesores, varios salones y, a pesar de la compañía de amiguitos de la otra escuela, muchos nuevos rostros de gente a quien conocer. Sabían que iban a tener que estudiar mucho y que debían hacer muchas tareas, pero por lo pronto, hicieron la que las había llevado hasta allá: buscaron los horarios de entrenamiento del equipo de voleibol femenino.

Así comenzó una época de aprendizaje que las clases no enseñaban. El primer día de entrenamiento fueron un aproximado de diez niñas como ellas, iguales en sueños más no en condiciones físicas, ya que la mayoría eran más altas y más atléticas. Además, el equipo que les correspondía por su edad ya tenía un par de años formado, así que les tocaba competir con unas cuantas jugadoras más.

El par de niñas hicieron lo que les habían enseñado en su casa: trabajar para alcanzar su objetivo, que en este caso era ser parte del equipo. Entrenaban con el equipo de su categoría y, cuando se los permitieron, lo hicieron con las categorías mayores, por lo que terminaban entrenando cuatro o cinco días a la semana.

Después de un par de meses y el abandono de varias niñas: ¡lo lograron! Formaban parte del equipo, se ganaron su uniforme. Ahora, eso no quedaba ahí, seguían entrenando como el primer día porque ahora la meta era ser abridoras del equipo de su categoría. 

Así, poco a poco, durante cinco años, fueron cumpliendo sus sueños. Ellas entrenaron, tuvieron sus éxitos y sus fracasos, pero nunca consideraron como opción dejar de sentir lo que les brindaba el voleibol. Porque, además del placer de jugar en partidos o entrenamientos, la perseverancia, el trabajo en equipo, la competencia sana, conocer las virtudes y debilidades de tus compañeras y saber potenciarlas o minimizarlas, conocer las tuyas y hacer lo mismo, fue todo lo que les dejo el voleibol.

Sobre todo, fue ese equipo especial donde no sólo ganaron medallas, sino donde se fortalecieron y crearon bellas amistades que perduran después de diez años. Por estas razones, y seguramente muchas otras más, los números 10 y 12 siempre serán especiales para este par de, ahora, mujeres.                    

miércoles, 21 de julio de 2010

Armando la vida

“La vida es un rompecabezas” dice mi mamá cada vez que me ayuda a armar alguno. Inevitablemente, cada vez que me concentro en buscar, seleccionar y unir piezas recuerdo esa frase y he llegado a la conclusión que es cierto, sólo que yo tiendo a ser un poco más complicada que mi mamá y pienso que “todo en la vida” es un rompecabezas; todo se ve mejor si cada ficha está en su lugar; todo se ve fácil una vez armado.
No todos los rompecabezas son iguales, los hay de piezas grandes, medianas y pequeñas, el número de piezas varía así como también su forma, el material de las fichas es diferente, la tonalidad de las fichas con respecto a la imagen impresa en la caja varía, en fin, todo es diferente, más o menos complicado; los hay para todos los gustos.
Lo más difícil de armar un rompecabezas es vencer la idea de que es imposible terminarlo, sin importar el tamaño, cantidad, forma y color de piezas, una vez que decides empezar ya el 50% del trabajo está hecho sin nisiquiera la unión de dos fichas; claro está, si se es una de esas personas que termina lo que empieza, lo que, de acuerdo a mi mente pragmática, es el deber ser. Si empiezas y no te gusta o te aburres, desarma lo armado y mételo en la caja, no era el momento de hacerlo, tal vez más adelante desees retomarlo o quizá otra persona prefiera armarlo, si no, al menos no se daña ni ocupa espacio.
Cuando dices “a empezar se ha dicho”: separar las fichas por color, armar las figuras o zonas del rompecabezas que se consideren más sencillas, separar minuciosamente las fichas del borde, armar palabras, entre otras, son estrategias que se ponen en práctica al momento de “poner manos a la obra”. Una vez que empezaste, descubres que la imagen tenía detalles que no habías percibido inicialmente, tonalidades que a simple vista parecían idénticas pero que no lo son, tu mente empieza a asimilar las escalas, hay fichas que te “pican el ojo” a cada rato y cuando te das cuenta con ellas unes varias secciones que antes tenías armadas de forma aislada. Así sucesivamente, hasta que quedan pocas fichas, y logras colocar la última ficha.
Así es la vida, como un rompecabezas, cuando te propongas algo, decídete a comenzar, entusiásmate, pon de tu parte, motívate y empieza por donde se te haga más fácil, porque aunque falten fichas y por muy difícil que parezca al principio siempre será posible armarlo.

martes, 6 de julio de 2010

Así es ella

Linda, así es ella. Llegó a la familia un 28 de febrero, después de un mes y medio de nacida, pequeñita, miedosa y pulgosa, fue un regalo esperado que venía en una caja con el número “912” -mi fecha de nacimiento- escrito en marcador, una buena señal que suavizó la renuencia de aceptarla. Su nombre, el del planeta del amor, para eso la quería, para quererla. Los primeros días, casi un tragedia, sólo dejaba de llorar jugando con mi mano, hasta que el brazo se me dormía a las tantas horas de la madrugada; entendí lo que era pasar noches sin dormir, menos mal sólo fueron 3 días y no 3 meses como dicen que es en el caso de los bebes, claro está, el tema de la alimentación era menos delicado en su caso.
Aprendió a dormir toda la noche, comía solita y reconocía su nombre. No caminaba, saltaba, por lo que muchas veces la llamábamos la “perriconeji”, era graciosa. Si de destruir hablamos, acabó con mis audífonos no una sino dos veces, el mp3 de mi hermana tiene las marcas de sus dientes, le encantaba la tierra de las matas y los adornitos con figuras de animales de la mesa de la sala, sus preferidos. Sus juguetes, un leonsito que le regalé y un hueso que le regalaron, hasta el momento no atina el “traéme el hueso” o “dónde está tu bebé” (refiriéndonos al leonsito), sólo viene ella esperando cariño, cariño que le sobra. Consentida, así es ella.
Ha pasado un año y medio desde su llegada, ya no es pulgosa, aunque a veces se rasca; tampoco es tan chiquita, aprendió que debía apuntar bien en el papel gris y lo hace aún mejor cuando está recién puesto. Ya no soy su mamá, la renuencia se convirtió en amor. Eventualmente duerme conmigo, otras veces con su mejor amiga, mi hermana, pero en los últimos días lo ha hecho en una goma espuma que su mamá le forró con una cobijita. Ella decide dónde y con quién dormir, pero eso es lo de menos, lo importante, es su carrera acompañada de salto cuando escucha el rechinar de la manilla al abrir la puerta del cuarto cuando me despierto, esos si son unos “buenos días”, a pesar que después de varios “¡¡¡¡yaaaa!!!!” es que decide bajarse y dejarme levantar. La mejor bienvenida, la de ella, aunque muchas veces de mal agradecida ni le presto atención a su saludo. Miedosa, sigue siendo, pero sólo con personas que no conoce. Un amor, así es mi perrita.

Toda oidos

Durante mi adolescencia, una de las virtudes que me caracterizaba era el saber escuchar. Quizás sea por formar parte de una familia numerosa, por ser una de cuatro hermanas, por ser morocha, por todas las anteriores o por ninguna de ellas ¿Quién sabe? A lo mejor no existe razón alguna. A lo mejor, saber escuchar es sólo una característica de mi personalidad, sin causas pero con muchos efectos. No obstante, yo siempre me empeño en conseguirle una explicación a todo. Pero esa es otra historia y será contada en otra ocasión.

Hace unos años, esa cualidad que yo usaba con mis amigos y familiares para aliviar o celebrar cualquier evento en sus vidas, me fue retribuida de manera exagerada. En ese momento me tocó hablar a mí y algunos de ustedes saben lo mucho que hablo. El sesenta por ciento del tiempo lo hacía de un sólo tema y el resto, hablaba de lo que generaba ese tema. Sin embargo, las personas que me escucharon se mantuvieron ahí para cada cosa que decía, cada cosa que pensaba y cada cosa que sentía. Unas dieron su opinión, otras esperaban a que yo se las pidiera y otras simplemente escuchaban.

Curiosamente, esas personas que me oían, no siempre eran las mismas a las que yo había escuchado anteriormente. En unos casos si, en otros no. En unos casos eran personas de aquella época, en otros eran personas presentes en todos los tiempos y en otros, eran personas de ese momento. Lo cierto es que, gracias a esas personas y al tiempo que me regalaron, ahora puedo volver a ser la adolescente atenta y de buen oído de antes. Esa que se había perdido por un ratico.

El círculo da la vuelta dice Kevin Johansen en su canción, por lo que desde hace unos días he podido devolver, aunque sólo un poco, el tiempo y el tímpano; o los dedos y los ojos para casos lejanos; a esas personas que me escucharon pacientemente. Pero falta más, mucho más para gratificar todo lo que me dieron.

Es posible que no sean ellas. Lo más probable es que sean otras las personas que escucharé. Lo importante es que seguro lo necesitarán, al igual que todos nosotros en algún momento.

martes, 29 de junio de 2010

El Gran Timothy

Timothy es uno de los personajes alrededor del cual gira la historia del libro “El ángel número 12” de Og Mandino. El relato narra la historia de un señor, que regresa después de muchos años al pueblo donde pasó su niñez para desempeñar un cargo de alta gerencia en una importante empresa ubicada en la zona. A pocos días de su llegada, la alegría de la mudanza, del cálido recibimiento y del ascenso se ven opacadas por un accidente automovilístico en el que pierden la vida su esposa y su único hijo. Tras la pérdida, el señor y ejecutivo brillante, toma en serio la idea de suicidarse, acto que no puede llevar a cabo, gracias a la inoportuna visita de su mejor amigo de la niñez, quien valga la pena mencionar, había estado hasta el día anterior, en otra ciudad recibiendo tratamiento médico. Aquélla visita que únicamente serviría para manifestar condolencias y reactivar el contacto perdido desde hace varios años, se convirtió en la llama que devolvería la luz a la vida del señor luego de aceptar la propuesta que venía enmarcada con el sentimiento del pésame. Así pues, decidió tomar el mando de uno de los equipos de béisbol en la liga infantil, equipo que decidió llamar los “Ángeles”, quienes resultarían además los campeones del evento.
Timothy era el menor de los jugadores del equipo, un niñito simpático, o al menos así me pareció a mí, físicamente bajito, delgado, pecoso y pelirrojo, o al menos así es el dibujo de la portada del libro, quien no gozaba de las mejores condiciones para desempeñar un buen papel en el equipo y ser uno de esos jugadores que los espectadores reconocen a distancia por ser el “mejor” bateando, corriendo, atrapando, lanzando o cualquier otra actividad en la que algún jugador de béisbol se pueda destacar. Timothy, en todo el campeonato, sólo bateó en el último juego y fue quien anotó la carrera de ventaja que les dio la victoria. Sin embargo, cuando algo en el partido no salía como lo esperaban, incluso cuando el mismo Timothy no golpeaba la pelota con su bate se lucía vociferando “nunca, nunca, se den por vencidos”, en eso era el mejor. Timothy, no se dio por vencido, tenía un tumor en el cerebro y murió meses después del campeonato.
Esa frase de “nunca darse por vencido” ha rondado en mi cabeza desde que terminé el libro, no porque la idea de “rendirse” siempre esté presente, sino porque adaptarse a lo que no nos gusta, no siempre resulta tan fácil. Muchas veces, el darse por vencido es la mejor opción, no insistir en que las circunstancias tomen otro rumbo y saber decir “hasta aquí” también se podría decir que es no darse por vencido o no salir vencido, no sabría cómo definirlo.
Si la vida fuese un paseo en tobogán, estaríamos rodeados de personas que estarán allí para ayudarnos a subir las escaleras; de otras que preferirán esperarnos abajo cuando lleguemos; otras nos darán la mano mientras descendemos; habrán quienes no tomaran nuestra mano, pero si nos animaran al disfrute del descenso; sobrarían las que advertirán el peligro de la llegada y quienes propondrán subir en lugar de bajar; no faltaran las que digan que el paseo no vale la pena, pero lo importante, somos nosotros los que decidimos qué hacer.
Timothy, decidió ser feliz los días de vida que le quedaban, cumplió su sueño de jugar en la liga sin mostrarse enfermo ni en desventaja, dio su mejor esfuerzo; la mamá de Timothy, una mujer trabajadora de bajos recursos, decidió ayudarlo, lo cuidó y siempre lo acompañó. El señor decidió no suicidarse, con empeño y dedicación cumplió con la tarea de manager de la mejor manera posible, superó la tristeza y siguió adelante con su proyecto de vida y para Timothy fue alguien inolvidable, lo hizo feliz a pesar de ignorar lo que significaba su presencia para el niño, y aquel amigo del señor decidió hacer una propuesta que cambiaría la vida de varias personas y sin el, esa historia tan bonita hubiese terminado sin haber comenzado. En fin, la única manera de darse por vencido perdiendo la batalla es: no ser y no hacer feliz.
Si no eres de las personas que les molesta cuando les cuentan el final de un libro, léelo y nunca, nunca te des por vencido…

¿Por qué fue esta vez?

Ella vestía de jeans y camisita con mangas, sin escote, como normalmente lo hacía. En esa oportunidad, la camisa era blanca y pegadita, traída de un viaje para ser regalada pero un error en la talla terminó haciendo que la usara. ¿Los zapatos? Negros y pequeños, pero ni porque eran Converse se salvó de que la calificaran como lo habían hecho varias veces durante ese año. Debe ser porque su pantalón bota ancha - que le encantaba - se los tapaba. O porque, a pesar de la marca, eran de un modelo demasiado clásico.

¿Cuál otra razón podía ser? Bonita era, como cualquier otra muchacha, es decir, era de belleza promedio, normalita pues. Su cabello no era ni liso ni crespo, los ojos no eran ni negros ni verdes, sus dientes estaban un poco volados y sólo el conjunto de estas cosas hacía que no se viera tan fea como se lee. ¿Sería la compañía? Un hombre divorciado de mediana edad y una muchacha contemporánea con características similares a ella, aunque un poco más extrovertida. Ah! seguro era lo que hacían. Buscaban un sitio, por el medio de la calle, en donde guindar una tela negra que les permitiera hacer una tarea para el curso sabatino que estaban tomando. Sin embargo, nada de eso parecía justificar el rechazo de un grupo de jóvenes que les negaron, de buenas a primeras, el lugar seleccionado para cumplir el objetivo.

Ese grupo de jóvenes estaba formado por estudiantes de una escuela distinta a la de ellos, pero de la misma área. Además, debían estar en niveles más avanzados y su estilo era totalmente distinto. Después de ciertas mediaciones por parte del caballero del trío, que conocía a uno de los integrantes del grupo represor, lograron trabajar en el anhelado lugar. Al cabo de una hora, sin haber logrado la meta, el trío decidió mudarse debido a las miradas de desaprobación y desagrado que seguían recibiendo de dicho grupo. Dejaron el lugar vacío y desocupado, como lo habían encontrado.

Mientras volvían a la búsqueda de un nuevo lugar, el trío conversaba acerca de la reacción y actitud del grupo encontrado. A pesar de que coincidían en opiniones, los sentimientos despertados fueron completamente diferentes: el señor divorciado no fue sorprendido por la actitud del grupo, la muchacha extrovertida no le dio importancia, pero la muchacha normalita quedó con la idea de discriminación revoloteando en su cabeza y el sentimiento desagradable del rechazo, revolviéndole el estomago.

Al cabo de algunos minutos, encontraron un lugar que cumplía con todas las expectativas, incluida la de no afectar lo que otros consideraban que este trío era capaz de hacer. El resto de la tarde transcurrió con mucha tranquilidad, el trío logró hacer el trabajo y se divirtieron un montón.

De regreso a su casa, la muchacha normalita siguió pensando y sintiendo. El viaje, de más de dos horas, le permitió repasar cada una de las acciones y reacciones de ese día, tanto de ella como de los demás. No era la primera vez en el año que se sentía estereotipada, clasificada y discriminada, pero ésta vez no pudo saber, a ciencia cierta, la razón.

En otro momento habrá el tiempo de mostrarse como es, de cambiar la primera imagen que se percibe de ella o de, por lo menos, no sentirse tan afectada por clasificaciones sin fundamento. Quedó convencida de que tendrá más oportunidades de enseñar a la gente a no llevarse por las apariencias, como le toco aprender alguna vez. Y, mientras llegaba a su hermética ciudad natal, tuvo claro que estas oportunidades no siempre se presentarán pero, cuando aparezcan, no va a dejarlas pasar.

miércoles, 23 de junio de 2010

Perdiendo...

...la pena, el miedo, o lo que sea que no me permitía escribir. Así que, ¡aquí estoy!, obligada (por mi) claro está.

Ahora, como siempre pasa cuando hago algo que me da pena o se me ocurre alguna loquera: busco apoyo y consigo quien me acompañe. Hace unos cuantos años fue una de mis hermanas, loquera que le permitió representar al país en unos Juegos Centroamericanos y del Caribe. En la mitad del 2010 y para ésta tarea, de otra naturaleza, requiriendo menos esfuerzo físico, me acompaña alguien especial que seguro va a destacar igual que mi hermana. Lo que me convierte en una busca talentos, talento que en nada me molesta.

Lo cierto es que la propuesta fue aceptada, primer e importante paso. Así que, de vez en cuando, me sentaré frente a una máquina pensando que hablo con alguien y, otras veces, estaré hablando con alguien pensando "ésto lo tengo que escribir".

En resumen, mi aporte es y será la estética, el suyo la disciplina y el de ustedes el disfrute y la crítica constructiva que nos hace crecer. Perdiendo siempre se gana algo.

Si no se entretienen con nuestras absurdeces, por lo menos hay una pecerita virtual con la que pueden jugar.

Un pensamiento, un sentimiento, mil absurdades…

Así surgió la palabra “absurdades”, en plural, porque no fue una “absurdad” fueron varias, o al menos así lo creía ella. Un día cualquiera, más no una mañana cualquiera, hablábamos de un tema que no era como cualquier otro, aunque debió serlo, porque en días cualquiera como casi todos, tocábamos el mismo tema, incluso varias veces en el mismo día; y aunque ya casi podíamos adivinar lo que la otra diría, algunas ideas nos parecían tan trilladas que nos daba pena decirlas una y otra vez. Justo ese día, no era algo que había dicho muchas veces, pero si una idea que no concordaba mucho con un patrón de pensamiento tan pragmático y cuadrado como el mío, tanto así que pensé que no tenía sentido contarlo, pero como quien no quiere la cosa y quien busca la aprobación de una buena amiga, luego de introducir la idea, adelanté con un “pero es que es absurdo pensar en eso” y como respuesta recibí un “dime no importa, yo he dicho mil absurdades” frase seguida de un “jajajaja”, que justo en este momento no sé si se debió a la conjugación de la palabra o al hecho de haber dicho “tantas”, creo que fue lo último. Finalmente, la mañana no fue la misma, discutimos acerca de la palabra y nunca llegamos a una conclusión, quedó en nuestra mente y aquello que parecía tan absurdo, fue realidad sólo 2 días después.
Hoy, gracias a ese viernes cualquiera, este blog compartido con una absurda, menos absurda que yo, tiene nombre. Un nombre que encierra, coincidencias en la vida de dos personas que hace algunos años no pensaron que la amistad podía nacer y crecer en la distancia, entre gustos y personalidades que se sintetizaron y se han entrecruzado entre risas y lágrimas, acuerdos y desacuerdos, en los que el calor de la vida ha transformado a dos pedacitos de plástico amorfo en dos seres humanos orientados a encontrar la felicidad sin importarles el resto del mundo (esto último cuánto les ha costado) pero lo importante es que están enfocados a lograrlo.
Para terminar, la idea del blog: de Kat, el diseño del blog: de Kat, mi idea: aceptar compartirlo, la idea de compartirlo: también fue de Kat. Orientación del blog: yo no lo sé, seguro ella si.