lunes, 25 de octubre de 2010

y los que no se dan, al espacio sideral van a parar...

Entre la primera y la última vocal
Un suspiro ha de provocar.
El primero siempre has de recordar
Aunque el mejor no será.
Con los ojos cerrados disfrutarás
El contacto que se producirá.
Quien lo da
El mejor lugar encontrará,
Pero más sorprenderá
Si desprevenida te lo dan.

viernes, 15 de octubre de 2010

Sentimiento malechor

Biológicamente beneficioso
porque ayuda a defender,
psicológicamente angustioso
y prudente conocer.

Físicamente se relata
porque los ojos lo delatan,
a veces la garganta no aguanta
y un grito se escapa.

En algunos paralizador,
para varios impulsor,
pero para el gran pensador
será siempre malechor.

jueves, 14 de octubre de 2010

huele a eso que llaman amor

No es uno, son dos.
Quizá por el hecho de tener un brecha de 12 años con mi hermana, apuesto por la idea de que mientras más contemporáneos sean los hermanos, la relación es mucho más compenetrada; a pesar de ello, en mi caso, hoy en día (hace unos años no fue así) eso no ha sido motivo para no estar compenetradas, es la única persona con la que puedo disfrutar tantas diferencias.
Tres horas después de recibir la noticia, empecé a imaginar cuando conozca a los dos bebés, de quienes aún no sabemos el sexo, pero que en cuestión de preferencias me encantaría que fuesen parejita, toda una novedad para la familia.
Mientras imaginaba a los bebés, una pregunta interrumpió mi suspiro ¿a quién cargo primero? ¿al más flaquito o al más bonito? (así hubiese uno feo yo lo vería bonito, así que esa pregunta estaba de más, por lo que seguí en mi autointerrogatorio) ¿a la hembra o al varón? (y, ¿si no son pareja?) ¿al que esté despierto o a ninguno? ¿cómo que a ninguno? imposible pensar eso, justo ahí entré en conflicto y pensé, “los cargo a los dos al mismo tiempo”, también era casi imposible, “no soy experta cargando a uno, menos a dos” pensé mientras sonría. Para no enredarme más, decidí que el día que los conozca, lanzaré un dado.
Cuatro horas después de recibir la noticia, es decir, una hora después de no haber decidido a quien cargaba primero, seguía pensando. Esta vez mi pensamiento estaba enfocado en la capacidad de amar de los seres humanos. Esa sensación que yo no sé describir como palpitaciones, mariposas, nostalgia, aumento de esta sustancia en el cerebro o disminución de tal otra en los pulmones, ni biología ni cursilerías que van conmigo. Lo que sí puedo decir, es que eso que llaman amor, en mi contexto te hace sentir en el pecho un calorcito especial y diferente por alguien, esa preocupación sabrosa porque esa persona siempre esté bien, esa alegría que es de otro pero que la compartes como si fuese tuya, esas ganas que de vez en cuando se traducen en apretujones; para mi, el amor, es reconocer de lejos el olor de otra persona, es tener la necesidad de respirarlo.
Ese olor exquisito que es único y que se transforma en amor no podía ser igual, el olor de mi mamá es diferente al de mi hermana por lo que son amores distintos, no más ni menos grandes, inclusive ambos inmensos. Sin embargo, ¿cómo dividir mi amor en partes iguales para los dos bebes si los dos iban a oler igual? ¿cómo harían las mamas para querer a tantos hijos como tuvieran por igual?. Yo sinceramente dudo que mi mamá nos quiera igual, a pesar que ella siempre diga lo contrario.
Media hora después de las cuatro horas, me seguía cuestionando ¿cómo era posible que yo no sería capaz de querer a dos personas de la misma manera? ¿por qué a todas las personas especiales en mi vida tenía que quererlas diferente? ¿cómo podía estar tan segura de que habían personas tan especiales en mi vida de las que podría reconocer su olor a distancia sin mayor esfuerzo, o es que acaso podía querer a alguien y no distinguirlo con el olfato? ¿por qué me preocupaba tanto el cuánto puedo querer a alguien? ¿por qué yo soy tan complicada? Terminé concluyendo
Ya es casi tradición dejar preguntas sin respuesta y no porque quiera si no porque las desconozco; posiblemente dentro de 8 meses podré responder algunas o al menos les contaré a quien cargué primero y si olían o no diferente.
Las otras preguntas, algún día las responderé o quizá termine dándole la razón a mi mamá; mientras tanto, me sigo complicando.

martes, 5 de octubre de 2010

Inseparables

Era una gata y no un gato ¿Cómo lo sabía? Porque tenía tres colores. No se podía decir si era blanca con manchas marrón o marrón con manchas blancas, pero esos eran dos de sus colores. El tercer color era el negro, como se lo habrán podido imaginar, y lo tenía ubicado sólo en una parte de su cuerpo: su ojo izquierdo.

Llegó a mí un lunes a mediodía, cabizbaja y caminando muy lento. La revisé por todos lados pensando que podía estar golpeada, pero no tenía nada roto. Lo que si parecía tener era una tristeza muy profunda. Decidí llevármela a mi casa y cuidar de ella hasta que estuviera bien para irse o hasta que alguien la reclamara.

Pasaron semanas y nadie preguntaba por ella. No sé cómo me enteré que su antiguo dueño, de un día para otro, no la quiso más. Ella intentó varias veces regresar a su casa y él no le abría la puerta. Por lo que un día, desistió de su búsqueda y a regañadientes, se dedicó a vivir conmigo. Ese día la bauticé como Catalina.

Me fui encariñando a pesar de que ella prefería estar sola y dormir. No obstante, el tiempo pasó y ya no caminaba tan lento ni con la cabeza tan gacha, pero se volvió arisca y desconfiada. La única por la que se dejaba acariciar era por mí y eso no ocurría muy a menudo.

Poco a poco fue recuperando su humor y yo empecé a conocerla como realmente era. Fue lento el proceso pero la gente a mi alrededor también notó el cambio. Jugaban con ella y ella se dejaba acariciar. Los que la recién conocían quedaban fascinados. Sin embargo, cuando les preguntaba si la querían, salían corriendo. Me decían: es bella pero no la puedo cuidar. Así que, sigue conmigo. Todos los días un poco más feliz que el día anterior, a pesar de tener algunos altibajos.

Respecto a mi, crecí a la vez que ella curaba su tristeza. Gracias a ella soy mejor persona ahora y le agradezco a su antiguo dueño el haberla dejado ir. Nuestra historía continuará cada vez más entrelazada porque, Catalina, forma una parte muy importante de mí. Por lo que, estoy segura, su futuro dueño nos llevará a las dos.

lunes, 4 de octubre de 2010

... he ahí el dilema

Yo no soy de esas personas que goza de una inteligencia superior al común denominador, es decir, puedo captar rápido algunas cosas, pero hay otras, que me cuestan; así como gozo de actitudes admirables, de vez en cuando me asaltan otras no muy dignas de contar. Claro está, en lo que corresponde a mi vida estudiantil, era tan metódica y planificada que parecía ser inteligente, pero yo sabía que eso no era tan cierto.
Tan cierto era, que en los últimos días me he dado cuenta que creía ser más inteligente de lo que soy. Si, es así, he resultado ser más lenta -menos rápida, suena mejor- cosa que, tal vez por mi lentitud, no me haga sentir mal.
El no ser tan inteligente ha provocado que todavía no entienda eso de que matemáticamente hablando, se puede ganar perdiendo; entiendo, que en la vida hay circunstancias que no salen como esperamos, lo que se puede considerar una pérdida, pero que en el fondo encierran un gran aprendizaje; en resumen, sería ganar experiencia, madurez, conocimiento, etc.; en general, aprendes a vivir, o simplemente vives.
Sin embargo, esto no es una cuestión filosófica, es una cuestión de números y si de algo estoy segura, es que los números no mienten. Si usted conduce a 140km/h y frena, disminuye su velocidad, comienza a ir más lento; claro, mientras los frenos funcionen. La idea de perder siempre se suele asociar a frenarse, a detenerse o para los más optimistas a avanzar más despacio.
De vez en cuando, no estaría de más considerar que frenar puede ser el impulso para avanzar, o que en lugar de frenar de golpe, es mejor ir a una velocidad moderada que permita tomar decisiones en el momento oportuno, evitando un accidente. A pesar que frenar es siempre una opción, hay para quienes cambiar la ruta es la mejor alternativa.
Así pasó, cambiaron la ruta generando un desequilibrio caótico, en el cual vivo y no comprendo, era más fácil saber y sentirse perdidos ganando, que perder, como dirían por ahí, “con todas las de la ley”. Asumir la derrota, es tan difícil, que si volvemos al tema del carrito y la frenada, podría decir que prefieren devolverse, que llegar de segundos, aún cuando tengan quien los aplauda en la meta; Gustavo Le Bon tenía razón cuando dijo: “retroceder ante el peligro da por resultado cierto aumentarlo”.
Sinceramente, no sé si gané o perdí, pero me quedó claro que las reglas de juego las pone quien lo inventa y que no importa que tan inteligente seas, lo que importa es que los demás entiendan lo que te interese.
Mi inteligencia, sigue estando en dudas, pero más o menos, somos mayoría, somos alegría.