Inquietudes, pensamientos y sentimientos de dos absurdas amigas que entre grandes moléculas, distintos caminos y algunas imagenes, logran acortar 121 km
lunes, 19 de diciembre de 2011
Lo esencial
sincronización
Sincronización, era la palabra que venía a mi mente disfrutando el Cascanueces.
Había escuchado que era un espectáculo bellísimo, pues si, efectivamente lo es. Goza de excelente música, excelente escenografía, excelente coreografía, excelente locación y lo mejor de todo, es hecho en Venezuela.
Apenas llegamos visualicé a la orquesta, realmente no identifico a que instrumentos correspondían los sonidos que percibía, pero mi vago conocimiento musical indicaba que estaban acoplándose, afinándose, alineándose. Luego de ser anunciada, hizo su entrada la directora, una muchacha delgada y muy estilizada, con porte inteligente y temple, que seguramente, contaba con músicos mucho mayores que ella, pero era ella quien la dirigía.
Hasta ahora no he entendido bien el papel del director de la orquesta, cada vez que escucho sonar una, pienso lo mismo, ¿es que acaso los músicos no saben qué hacer y cuándo hacerlo? ¿cuál es el verdadero papel del director? ¿los músicos no están los suficientemente concentrados en sus instrumentos y en la melodía como para prestar atención a los movimientos de los brazos, casi siempre descontrolados, del director? ¿será que de verdad le prestan atención? Estoy segura que serán muchos los que al leer estas preguntas, corroboren mi ignorancia musical, pero no importa, siempre termino concluyendo que sin el director, probablemente no sonaría tan bien la cosa y que habrá uno más que otro que haga lo que le dé la gana rompiendo el hilo de la sinfonía; así como también pienso que sin alguno de los músicos, la cosa tampoco sonaría bien, en conclusión, director y músicos haciendo su trabajo son importantes.
Empezó el espectáculo y quedé gratamente sorprendida del talento venezolano, bailarines de todas las edades ocupaban el escenario con dulces y elegantes movimientos, se apreciaba fácilmente que su desempeño era el resultado de largas horas de entrenamiento, horas llenas de disciplina, perseverancia y constancia.
Ellos bailaban al compás de la música que otros tocaban, tan a tiempo que movimientos puntuales de los bailarines correspondían a sonidos definidos emitidos por la orquesta, era impresionante la sincronización, y se torna más impresionante aún cuando percibes que los músicos no ven el espectáculo y que los actores siguen el guión a su ritmo, por lo que cada movimiento, cada paso, cada gesto, está calculado y es justamente ese cálculo lo que le da el toque majestuoso a la obra.
Así pues, mientras unos bailaban, otros tocaban y quien sabe cuántos otros también trabajaban en función de lograr la sintonía que el público podía apreciar.
Al igual que el espectáculo, la vida, son un montón de hechos sincronizados, dirigidos por Dios y controlados desde algún lugar en el que el tiempo se mide con relojes de arena cósmica, en la que la caída de cada granito está determinada por nuestras decisiones, porque si de algo estoy segura, es que es decisión de cada uno bailar su vida con la melodía que más disfrute logrando hacer de ella un espectáculo que valga la pena apreciar.
miércoles, 27 de julio de 2011
In law
viernes, 22 de julio de 2011
Identidad de color Vinotinto
Confieso no ser una experta en el fútbol, es más, confieso no saber casi nada del deporte. Me fastidia estar 90 minutos viendo a un poco de muchachos (aunque simpaticones y con buenas piernas en su mayoría) correr de un extremo a otro en un campo dándole patadas a un balón que se niega a penetrar en lo que se llama arquería, que es algo así como el templo sagrado de la cuestión.
Hace tres meses por cosas de la vida, supe que la Copa América se celebraría en Argentina, Venezuela participaría pero no estoy acostumbrada a pensar que mi país saldrá victorioso de un evento de ese tipo. Había escuchado decir que le faltaba mucho, además no habían sido muchas las veces en las que había celebrado un triunfo de un equipo reconocido más por el color de su uniforme que por representar a Venezuela; sinceramente, no me sentía identificada con la selección Vinotinto.
Empezó la Copa, no sé qué día, tampoco sé si se trató de una inauguración pomposa como la del mundial, pero comenzó y resulta que Venezuela logró empatar contra Brasil, un monstruo, según los expertos en el deporte. En ese momento, resucitó el color de la Copa América, en todos lados se hablaba del empate, y oí decir: “empatar es mejor que perder”, y como soy testaruda, contestaba: “ganar es ganar, así que empatar no es ni ganar ni perder, es empatar,” por no ser una experta, mi comentario pasaba desapercibido. Hasta para mi resultó tonto cuando vi los 90 minutos del primer juego contra Paraguay, entendí, que empatar aunque sea en los últimos minutos del juego era mejor que perder. Ganó contra Chile, un equipo que resultó ser poco respetuoso. Pasó a la semifinal contra Paraguay, vi los más de 120 minutos de juego y mi corazón latía rapidísimo cuando el resultado se decidiría por penales, o penaltis, tampoco sé cómo se dice; pero entiendo que inicialmente son 5 tiros al arco y sobreentiendo que los porteros deben desear que aterrice una nave espacial en el campo y el juego se suspenda, pero lastimosamente, eso no sucede, por lo que, en ese momento los admiro por no salir corriendo. Venezuela, ya no era la Vinotinto, era Venezuela, falló el tercer tiro, lo que le dio la victoria y el paso a la final, sin haber ganado un partido en lo que iba de Copa, al equipo Paraguayo.
Terminó el juego, la noche se iluminó de silencio, mi pecho quedó con una presión rara y me sentí triste. Recordé una frase de Facundo Cabral que dice que la vida no te quita cosas, te libera de cosas para hacerte volar más alto, para vivir a plenitud y eso fue lo que pasó.
La derrota hizo que ganáramos identidad, que nos sintiéramos venezolanos, que entendiéramos que no debemos renunciar a los sueños, que la constancia y la perseverancia garantizan mucho más que una victoria, que la victoria no siempre va de la mano con ganar y que aunque suene contradictorio, muchas veces el triunfo viene escondido y envuelto en la caja de la derrota.
Es la primera vez que siento que deseo lo mismo que tantos otros millones de habitantes que nos hacemos llamar Venezolanos. Hemos hecho de Venezuela un país que por años ha vivido el desacuerdo y la división, difícilmente nos hemos logrado poner de acuerdo. No somos un país de morados ni grises, hemos sido radicales en nuestros intereses y en nuestros gustos, lo que ha hecho que disfrutemos de la victoria como la derrota del otro. No hemos estado dispuestos a enseñar y mucho menos a aprender, aún no estamos conscientes de que el país es de todos y para todos. La Vinotinto ha logrado que muchos otros colores no han podido, la identidad nacional.
Ahora queda esperar el sábado, para disfrutar del último partido en el que Venezuela jugará por un gran tercer lugar, pero pase lo que pase, hoy me siento parte de un país, hoy quiero tener una franela vinotinto y decir con orgullo “ese es nuestro equipo de fútbol”.
A partir de ahora, será mucho más interesante disfrutar esos 90 minutos en los que muchachos simpáticos y vestidos con franelas color vinotinto corren en un campo tras un balón intentando meterlo en la arquería contraria.
jueves, 23 de junio de 2011
Primera vuelta
Es por esto que, al cumplirse un año de esta loquera llamada Absurdades, quiero agradecer, primeramente, a Sharon por acompañarme, por sorprenderse las veces que la sobrepasé en cuanto a la disciplina (que fueron muy pocas debo admitir), por corregirme, por contagiarme de su fe y optimismo, por las ideas generadas en infinidad de conversaciones y, especialmente, por estar siempre dispuesta a escuchar. En fin, gracias por acortar 121 Km. Además, quiero agradecerles a ustedes que nos leen, anónimos o no, por su tiempo, dedicación, opiniones, comentarios e intentos de entender nuestras palabras. Gracias por alentarnos a seguir y hacernos crecer.
Mi deseo, al soplar la velita de esta primera vuelta al sol, es que siempre estemos llenas de esa curiosidad que nos lleva a dar pasos hacia delante y que nos haga vivir muchas aventuras, y más si estas son absurdas.
a ti y a mi
¡Feliz Cumpleaños Absurdades! ¿Absurdades? Debería ser ¡Feliz Cumpleaños Absurdas! Si, así es, porque “Absurdades” somos nosotras: ella y yo.
Hoy un año después de aceptar empezar este proyecto, puedo decir que fue una buena decisión; bueno, al fin y al cabo todas las decisiones son buenas, hay unas no tan buenas pero a la final terminan siéndolo, suena complicado pero es sencillo; si no lo entienden, no importa; el hecho es que lo importante es decidir y tener la valentía de hacerlo.
Al leer y releer las entradas anteriores noto cómo y cuánto hemos cambiado, no sólo nuestra manera de escribir, también de pensar y de sentir, en un año somos definitivamente otras. Eso me encanta, que chévere es cambiar y entender que hay una vida mejor cuando decidimos verla con el mejor cristal, ese que está formado por un poquito de ojos, un poquito de corazón y poquito de cerebro, una mezcla en partes iguales, horneada con la intuición, con ese no sé qué, que nos dice: “vas bien muchacha”.
Tal vez hace un año hubiese podido imaginarme este día diferente, pero hoy, siento gratitud de que este día sea como es, de disfrutar de la gente que tengo cerca y de sentir lo que siento justo hoy. Hoy agradezco porque nuestra amistad se fortalece con el tiempo, porque adelante se ha vuelto nuestra palabra favorita, porque Absurdades seguirá cumpliendo muchos años, porque no dejaremos de cambiar y sobre todo porque hoy tengo la oportunidad de pedir un deseo compartido cuando sople la velita.
¡Feliz Cumpleaños a ti y a mi! Somos bárbaras, como diría mi profe favorito.