martes, 2 de abril de 2013

Una mujer con nombre de hombre

Desde lo más alto se ve tranquila, sosegada y calladita; es de esas señoritas de pueblo que dejan mover su falda de flores mientras sonríen paseando por la plaza, cuando te acercas se desnudan y se muestran tal como son.

Vive en un huequito, entre el humo, el ruido y la gente. Viste bien, el verde le luce. No es tan elegante como otras, pero tiene su encanto.

Guarda tristeza, se le ve en los ojos, aunque su sonrisa no la refleja. La han visto llorar, tal vez está enferma pero nadie lo sabe, algunos dicen que de a poco se la devora un gusano gigante que vive en ella. Carece de educación pero su seguridad engaña, su competencia está lejos, no la preocupa. Renuente al cambio. Crece haciéndose más pequeña.

Consentida entre sus hermanos, la preferida del papá, el centro de atención de la casa. Todas las decisiones dependen de ella.

Algunas veces limpia y arreglada, otras, sucia y desordenada. Tan impredecible como peligrosa. Como el buen veneno, chiquita pero de gran corazón.

Aunque poco amable, da resguardo a quien lo pida. Nada confortable su compañía pero cuesta alejarse de ella. Es una mujer detrás de un nombre de hombre.

Sencillamente, así es Santiago de León de Caracas.