martes, 6 de julio de 2010

Así es ella

Linda, así es ella. Llegó a la familia un 28 de febrero, después de un mes y medio de nacida, pequeñita, miedosa y pulgosa, fue un regalo esperado que venía en una caja con el número “912” -mi fecha de nacimiento- escrito en marcador, una buena señal que suavizó la renuencia de aceptarla. Su nombre, el del planeta del amor, para eso la quería, para quererla. Los primeros días, casi un tragedia, sólo dejaba de llorar jugando con mi mano, hasta que el brazo se me dormía a las tantas horas de la madrugada; entendí lo que era pasar noches sin dormir, menos mal sólo fueron 3 días y no 3 meses como dicen que es en el caso de los bebes, claro está, el tema de la alimentación era menos delicado en su caso.
Aprendió a dormir toda la noche, comía solita y reconocía su nombre. No caminaba, saltaba, por lo que muchas veces la llamábamos la “perriconeji”, era graciosa. Si de destruir hablamos, acabó con mis audífonos no una sino dos veces, el mp3 de mi hermana tiene las marcas de sus dientes, le encantaba la tierra de las matas y los adornitos con figuras de animales de la mesa de la sala, sus preferidos. Sus juguetes, un leonsito que le regalé y un hueso que le regalaron, hasta el momento no atina el “traéme el hueso” o “dónde está tu bebé” (refiriéndonos al leonsito), sólo viene ella esperando cariño, cariño que le sobra. Consentida, así es ella.
Ha pasado un año y medio desde su llegada, ya no es pulgosa, aunque a veces se rasca; tampoco es tan chiquita, aprendió que debía apuntar bien en el papel gris y lo hace aún mejor cuando está recién puesto. Ya no soy su mamá, la renuencia se convirtió en amor. Eventualmente duerme conmigo, otras veces con su mejor amiga, mi hermana, pero en los últimos días lo ha hecho en una goma espuma que su mamá le forró con una cobijita. Ella decide dónde y con quién dormir, pero eso es lo de menos, lo importante, es su carrera acompañada de salto cuando escucha el rechinar de la manilla al abrir la puerta del cuarto cuando me despierto, esos si son unos “buenos días”, a pesar que después de varios “¡¡¡¡yaaaa!!!!” es que decide bajarse y dejarme levantar. La mejor bienvenida, la de ella, aunque muchas veces de mal agradecida ni le presto atención a su saludo. Miedosa, sigue siendo, pero sólo con personas que no conoce. Un amor, así es mi perrita.

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