lunes, 26 de julio de 2010

1, 3, SORY

Un día, un par de niñas de sexto grado tuvieron que decidir a cual colegio querían ir a estudiar el bachillerato. Aunque parece una difícil decisión, ellas lo tenían claro, querían ese colegio que veían a través de la reja que lo separaba del suyo. Algunos decían que era porque su hermana mayor ya estudiaba ahí, otros pensaban que la razón era que seguía estando cerca de su casa, pero lo cierto es que ellas querían formar parte del famoso equipo de voleibol de ese colegio.

Llegó el primer día y, con él, nuevos profesores, varios salones y, a pesar de la compañía de amiguitos de la otra escuela, muchos nuevos rostros de gente a quien conocer. Sabían que iban a tener que estudiar mucho y que debían hacer muchas tareas, pero por lo pronto, hicieron la que las había llevado hasta allá: buscaron los horarios de entrenamiento del equipo de voleibol femenino.

Así comenzó una época de aprendizaje que las clases no enseñaban. El primer día de entrenamiento fueron un aproximado de diez niñas como ellas, iguales en sueños más no en condiciones físicas, ya que la mayoría eran más altas y más atléticas. Además, el equipo que les correspondía por su edad ya tenía un par de años formado, así que les tocaba competir con unas cuantas jugadoras más.

El par de niñas hicieron lo que les habían enseñado en su casa: trabajar para alcanzar su objetivo, que en este caso era ser parte del equipo. Entrenaban con el equipo de su categoría y, cuando se los permitieron, lo hicieron con las categorías mayores, por lo que terminaban entrenando cuatro o cinco días a la semana.

Después de un par de meses y el abandono de varias niñas: ¡lo lograron! Formaban parte del equipo, se ganaron su uniforme. Ahora, eso no quedaba ahí, seguían entrenando como el primer día porque ahora la meta era ser abridoras del equipo de su categoría. 

Así, poco a poco, durante cinco años, fueron cumpliendo sus sueños. Ellas entrenaron, tuvieron sus éxitos y sus fracasos, pero nunca consideraron como opción dejar de sentir lo que les brindaba el voleibol. Porque, además del placer de jugar en partidos o entrenamientos, la perseverancia, el trabajo en equipo, la competencia sana, conocer las virtudes y debilidades de tus compañeras y saber potenciarlas o minimizarlas, conocer las tuyas y hacer lo mismo, fue todo lo que les dejo el voleibol.

Sobre todo, fue ese equipo especial donde no sólo ganaron medallas, sino donde se fortalecieron y crearon bellas amistades que perduran después de diez años. Por estas razones, y seguramente muchas otras más, los números 10 y 12 siempre serán especiales para este par de, ahora, mujeres.                    

No hay comentarios:

Publicar un comentario