viernes, 6 de agosto de 2010

Particular héroe

Un domingo cualquiera, después de la embarcada de obra de teatro que fuimos a ver mis amigas y yo el sábado por la noche, me disponía a regresar a mi cuidad natal. Eran las 9:00 de la mañana. Cabe destacar que me habia quedado en casa de mi hermana y, por cosas que pasan en casi todos los edificios en Venezuela donde hay mas carros que puestos de estacionamiento, tuve que trancar la salida porque alguien decidió usar el puesto de mi hermana. En mi defensa puedo decir que esa acción la comete todo el mundo en ese edificio, por lo menos durante los tres meses que viví ahí. Esta vez lo hice yo y, aunque sabía que era un abuso, me dije: los domingos nadie sale temprano, sólo yo para viajar a Valencia, ¡total! no estoy trancando ningun carro, pueden salir por la entrada. Buscando justificación para no sentirme mal.

Pues mal me sentí cuando veo al salao de Artax con sus cuatro cauchitos espichados. Mi hermana y su novio trabajaban en el hospital y no podian salir sino después de dos horas de mi llamada, que realicé como a las 9:05 am. Resignada y cómo no tenia más nada que hacer, me dispuse a soltar las tuercas de los cauchos para ir adelantando. Con la llave L (porque no era de cruz) que trae el gato del carro, empecé a soltarlas. Ya que la fuerza de mis brazos no era suficiente, decidí usar todos los 48 kg de mi cuerpo saltando sobre la llave. Me sentí súper realizada cuando un ¡tac! me indico que ya se había aflojado la primera, 45 minutos después de haber empezado.  

Después de hora y media ya había soltado las cuatro tuercas de uno sólo de los cauchos. Pero luego, mientras leía el manual para ver en donde se ponía el gato, un chamo del edificio bajó porque iba a viajar a Cagua. Me ayudó con ese y con los tres cauchos que faltaban por bajar e inflar (porque gracias a Dios solo le aflojaron los gusanillos) y compartimos como tres horas ya que no pudimos bajar los cuatro cauchos de una vez y tuvimos que llevar uno por uno hasta la bomba. 

En agradecimiento a todas las horas de ayuda, invité a mi inesperado héroe a un desayuno tardío. Nos fuimos a una panadería cerca y después de un cafecito y pastelitos, no me dejo pagar, así que hasta brindada salí. Para finalizar la aventura, arrancamos hacia el centro-occidente del país separándonos en Cagua, con números de telefono y e-mail intercambiados. 

¡Ah, se me olvidaba! Mi hermana y el novio llegaron cuando ya nos faltaba un caucho. Así que menos mal que apareció este Superman disfrazado de Clark.

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