miércoles, 1 de diciembre de 2010

Intento

La luna iluminaba toda la playa pero la cantidad de gente impedía que se pudieran ver. Días antes, en la tímida e informal cena, se enteraron que iban a ese concierto de reggae, cada uno con su grupo de amigos. Él siguió las coordenadas recibidas:

“Si caminas de frente a la luna, con el segundo kiosco de venta de cervezas a tu derecha, te toparás conmigo”

Agradeció a la luna que estuviera en el mejor de los días de su fase llena y ella le devolvió el gesto con guiño picarón. Se echó a caminar, mitad buscándola mitad escuchando la relajante música, hasta que sintió un suave toque en su hombro derecho. Ella lo había encontrado.

Se dieron un largo abrazo y, en medio de sonrisas, ella lo llevó a conocer a sus amigos. Disfrutaron el resto del concierto juntos; cantando, mirándose, riendo; cómplices de algo que no terminaban de entender. Ese algo que sólo le pasa a los adolescentes y ellos ya habían dejado de serlo hacía algún tiempo.

Al finalizar el concierto, él se ofreció llevarla a su casa. Fueron caminando, lentamente, mientras la gente se dispersaba. Al final del camino, con sus manos en la cintura y las de ella en sus hombros, se besaron.

Ahora y de vez en cuando, por felicitaciones o buenos deseos, recibe mensajes de ella. En ocasiones especiales, uno que otro él le hace llegar. Así corren los tiempos ahora. Así, llenos de pequeñitos detalles que roban recuerdos de un intento alegremente fallido, en vez de recuerdos de diez años atrás.

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