martes, 18 de enero de 2011

La imprudente

Era un 6 de enero. Los detallitos dejados por mis padres y hermanas con la excusa de Los Reyes Magos, me retrasaron más que de costumbre. Decidí ir 10 Km por hora más rápido de lo normal cuando se me ocurrió atender el teléfono. La conversación con una compañera de trabajo me distrajo y, al tratar de incorporarme a la autopista, no noté que la camioneta que iba delante de mí frenó. Como es de esperarse choqué, dejando el capó de Artax arrugado como un papel de regalo. Al bajarme, ya el dueño del carro se encontraba detrás de su carro evaluando los daños y, mientras tanto, mi amiga seguía hablando sola en el asiento del copiloto, donde solté el teléfono.

Señor chocado por mí: Venías hablando por teléfono.

Yo: Si, señor. Discúlpeme, que pena. Acepto toda la responsabilidad.

Señor chocado por mí: Pero ese choque lo tenías desde antes ¿no?

La pregunta me extrañó muchísimo, por lo que mientras contestaba que no, me volví para mirar su carro ¡La camioneta sólo tenía un pequeño rayón plateado en el parachoques! Fue tanta la sorpresa que las lágrimas que querían comenzar a brotar, se secaron de inmediato.

Yo: No señor, no había chocado antes – insistí al ver la incredulidad de su cara. Si quiere esperemos a los fiscales de tránsito. El carro está asegurado y yo me hago responsable de arreglarle el parachoques.

Mientras el señor chocado por mi buscaba una tarjeta de presentación en su cartera, mis ojos voltearon a ver al pobrecito de Artax y se empezaron a llenar, de nuevo, de lágrimas. Sin embargo, otra sorpresa volvió a secarlos enseguida. Esto decía su tarjeta de presentación:

        Periquito De Los Palotes
Presidente de Fedecámaras Carabobo

Volví a revivir, pero en mayor intensidad, la vergüenza de haber chocado por imprudente. Sin embargo, sin perder la compostura y tratando de parecer mayor de lo que me sentía, le dije:

Yo: Gracias. Espere mi llamada para cuadrar el pago por la reparación y discúlpeme de nuevo.

El resto de la semana me dediqué a buscar un taller que estuviera trabajando, a reportar el choque al seguro y a comunicarme con el Señor chocado por mí. Sin embargo, por más que lo intenté, lo único que no logré fue comunicarme con el afectado por mi imprudencia. No fue como en una novela donde gracias a un evento desgraciado conocí al amor de mi vida. Tampoco encontré un mejor trabajo. Lo único que me quedó de esta experiencia fue dejar de hablar por teléfono mientras manejo. Y a veces se me olvida.

1 comentario:

  1. jaajajajajajaja... lo que mas me da risa es tu mania por parecer mayor jajajajaja... Buen recuerdo jeje

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